19: "No sabía que los vampiros..."

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-A ver: un hot-dog, una hamburguesa, una ensalada, dos porciones extra grandes de papitas fritas, una coca cola, un té de durazno, tres donuts de chocolate, un muffin de zanahoria y una tarta de manzana, ¿Quieren algo más?- el hombre disfrazado de salchicha humana nos observó de una manera desganada, a la espera de que ordenásemos algo más.

Diego soltó un ligero suspiro al escuchar la larga lista del pedido; observo al hombre y luego me miro a mí, preguntándome en silencio si aún quería algo más. Sonreí amablemente y negué con la cabeza. La verdad era que me había propuesto hacer dieta, pero claro, Diego tenía que invitarme a un lugar en el que vendían comida rápida. Debo decir, que no fue hasta el momento en el que leí los diferentes menús posibles, que mande a la mierda la idea de ponerme a dieta.

¡Al diablo comidas bajas en calorías y una figura esbelta... hola comida de verdad y carbohidratos!

-No, gracias Tristán,- Diego afino su vista para leer el nombre del hombre salchicha, cuya placa identificativa estaba al revés- tenemos suficiente para dos- dijo Diego con una sonrisa encantadora en el rostro. Tristán sonrió sin gracia y volvió a toquetear algo en la caja registradora. Me dio lastima el tipo, atrapado en ese disfraz al parecer nada cómodo.

-Son treinta dólares- tendió su mano y mientras esperaba que Diego depositara los billetes sobre ella, se rasco la nariz con la otra. Me arrojo una mirada fugaz e hizo una mueca extraña.

Junte mis cejas y, algo ofendida, mire a otra parte. Intente concentrarme en las mesas repletas de niños, comiendo sus hamburguesas sin ninguna preocupación. Las madres aprovechaban esto para tomarse un respiro y conversar entre ellas acerca de sus agotadoras vidas. En las mesas de las esquinas, se habían reunido los típicos adolescentes populares, cada uno más interesado en las nuevas notificaciones que sus celulares emitían cada segundo, que en los otros chicos que estaban ahí con ellos. Hace siglos que no venía a un local como este.

Me detuve a pensarlo, creo que la última vez había sido con Nico, meses antes de su accidente.

-¿Kate?

-¿Mhm?- pregunte algo distraída. Gire mi cabeza en su dirección, pero el ya no estaba ahí. Confundida di una vuelta sobre mi misma para verlo a él a unos metros de distancia, balanceando las tabletas llenas de comida y a la espera de que fuera con él.

Corrí a ayudarlo con una de las tabletas cogiendo obviamente la que contenía las porciones de papitas fritas y sacando una de vez en cuando, bajo su mirada reprobatoria.

Cuando conseguimos un lugar lejos de los niños chillando y los adolescentes con hormonas locas, lo primero que hice fue llevarme la porción más grande de papas y mi hot-dog, preocupada de que él quisiera comer de mi comida y olvidándome por completo que Diego ni siquiera comía como una persona normal. El solo rio ante el gesto y empezó a comer de su ensalada y a tomar pequeños sorbos de su té de durazno. Reprimí una risa; me resultaba tan extraño estar en un restaurante de comida rápida y ver a alguien tomando un té de durazno.

-No sabía que los vampiros comiesen ensalada- dije divertida.

-¿Qué esperabas?- pregunto el con la boca llena- ¿Que tomara sangre en un vaso de coca cola y de una pajita?- reí al imaginármelo-. Además, la ensalada es saludable y no engorda.

-No sabía que los vampiros hacían dieta- comente a punto de explotar de la risa. El me miro con cara de pocos amigos y continuo comiendo su ensalada en silencio-. Oh, no me digas que te ofendió.

-Todo el mundo quiere verse bien, ¿Okey?

-No sabía que los vampiros...

-¿Ya no? Deja que coma mi ensalada light en paz- replico el un poco molesto, con actitud de niño pequeño. Levante una ceja y reprimí las ganas de volver a hacer un comentario sarcástico en voz alta.

No sabía que los vampiros también tenían la menstruación y los nervios a flor de piel...

Diego elevo su mirada y la clavo en mí, dejando por un momento de masticar. Trago pesadamente y aparto la ensalada, se cruzó de brazos y se hundió en el asiento, apretando sus labios.

-¿Y ahora qué dije?- pregunte desconcertada.

-No lo dijiste,- dijo con molestia fingida- lo pensaste- lo mire seriamente unos segundos antes romper en risas.

-Lo lamento, había olvidado que te resulta fácil adivinar mis pensamientos- el entrecerró sus ojos y rio sin gracia- ¿Qué te sucede hoy día? Estas extrañamente... ¿cómo decirlo?

-No lo digas...- suplico él.

-¿Sensible? Si supongo, que es un buen adjetivo para lo que quiero decir.

-No estoy sensible- negó el.

-Ya, dejémoslo ahí, no fue mi intención ofenderte- su semblante se relajó cuando le di una sonrisa a modo de disculpa. El imito mi gesto y continúo devorando su ensalada-. Y, ¿vas a decirme que quieres para tu cumpleaños?- Diego puso sus ojos en blanco.

-¿Cuántas veces tengo que repetirte que no quiero ningún regalo?- era la quinta vez que le preguntaba lo mismo y la misma cantidad de veces él había respondido lo mismo: nada.

-¡Vamos! Algo tienes que querer... no me puedes prohibir regalarte nada. ¡Cumples doscientos veinte años por amor de dios! ¡Imagínate cuantas personas tienen tu suerte!

-Yo no lo llamaría suerte, Katie. La inmortalidad puede ser una tortura, aun mas si vives pensando que perdiste a las personas que más amabas- iba a decir algo más, pero verlo tornarse triste me callo la boca.

Hace semana y media andaba devanándome los sesos, intentando pensar en un buen regalo de cumpleaños para él, pero había sido más difícil de lo que había esperado. Faltaban apenas unos días y me estaba desesperando la idea de no poder regalarle nada.

-Eh- lo llame suavemente- me tienes a mí, tienes a Noah, tienes a...- mi mirada se desvió a un lado- ¿Isaac?- la cara de Diego se volvió un poema.

-Katie, dime que enserio no mencionaste su nombre... apenas si nos toleramos el uno al otro- mi mirada no se movió de la caja registradora, donde una silueta conocida estaba haciendo su pedido ante la cansada y aburrida mirada de Tristán.

-No,- dije señalando en esa dirección- es Isaac.

Diego se dio la vuelta al tiempo en que Isaac recibía un enorme vaso y con aires de chico malo se acercaba a nosotros, sonriendo coquetamente a las chicas que se cruzaban con su mirada a través de los lentes de sol. Llego a nuestra mesa y jalando una silla se sentó a nuestro lado.

-Hola viejo, ¿Qué hay de nuevo?- pregunto dirigiéndose a Diego, mientras tomaba un sorbo de su pajita. Él lo miro irritado e ignoro su imitación de Bugs Bunny- Uh... no sabía que era posible que algunos vampiros tuvieran su menstrua...

-¿¡Tú también!?- aguante las ganas de reír y decirle a Isaac que se me había pasado lo mismo por la cabeza.

-Déjalo, no está de humor- explique, pensando en que me encantaba que no fuera la única que se lo había planteado. Isaac formo una sonrisa, posiblemente entendiendo lo que quería decir. Diego se limitó a verme con un gesto dolido y murmurar traidora.

Mi Ángel OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora