11: "Sujétame que lo dejo sin hijos"

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-Kate, sal de una vez- observe la puerta blanca que separaba el cubículo del lavabo de damas y mantuve silencio-. Kate, vamos, se te pasara, ¡nos estamos perdiendo toda la fiesta!

Sujete mi cabeza cuando Julie grito. Dolía como los mil demonios.

Mis migrañas no habían podido escoger mejor momento para volver que durante el baile de invierno. Ósea, ¿enserio?

Todo andaba viento en popa, incluso mejor.

Diego y yo charlábamos como casi nunca lo hacíamos, tomábamos el ponche y discutíamos acerca de cada una de las parejas y vestimentas que tenían puestas.

Casi escupí el líquido rosáceo cuando Diego menciono que más que un baile, en algunos casos parecía la noche de brujas o una rememoración a la década de los ochenta.

En cierto modo tenía razón, algunas chicas se habían propasado con el tamaño de su micro-falda, aparte de tener botas que llegaban hasta encima de la mitad del muslo. Y algunos chicos (no me pareció tan malo) llevaban puestos los trajes de sus padres, aquellos de colores diferentes que la gente solía usar en la época disco.

Fue justo cuando empezaron a tocar las melodías lentas, que el inevitable dolor de cabeza llego. No habíamos tenido la oportunidad de bailar hasta entonces.

Como no quería incomodarlo, llame a Julie y le pedí que me acompañara. Claro que después de casi quince minutos conmigo en el baño, a ella se le agoto la paciencia y comprensión, instándome a apurarme y a mover mi culo, ya que según ella, se me pasaría si fingía que me sentía bien.

-¡Kate!- rodé mis ojos-. ¿Vas a salir?

Me levante lentamente y abrí la puerta.

-¡Hasta que al fin! ¿Estás bien?- levante mis cejas.

-Pues no, pero según una loca, a la cual confió demasiado, se me pasara si actuó normal.

-Esa loca no suena nada mal. Te aseguro que tiene razón- le dirigí una sonrisa sin gracia y ella negó con la cabeza.

Me mire en el espejo y me acerque para ver mejor los pequeños detalles imperfectos. Me arregle lo mejor que pude y seguí a Julie a la salida.

Afuera, apoyados contra la pared, Diego y Noah hablaban seriamente. Sentí curiosidad cuando note que la mirada nerviosa de Noah vigilaba a todos lados.

La música lenta seguía andando, esboce una pequeña sonrisa: a lo mejor no era tan tarde todavía...

-Ey, guapa, el negro te queda de maravilla. Me imagino como te quedaría yo encima- me pare de golpe, mientras que mis mejillas se calentaban y mi sangre se helaba.

Julie también se detuvo y me miro con los ojos abiertos.

-¿Tu también piensas que el idiota pervertido acaba de lanzarte a ti un piropo barato del peor gusto?- asentí levemente. Ambas nos giramos y nos encontramos con dos chicos sonriendo embobados. Deje caer mi mandíbula cuando descubrí al peor zarrapastroso no se que tambalearse con su amigo. Mi ex y otro chico reían animadamente mientras nos seguían observando. El tufo del alcohol llego a nuestras narices. Los dos aun sostenían sus vasos medio llenos con aquel liquido rosáceo.

Bueno, todos sabían que el ponche no quedaría virgen toda la noche...

-Y a ti corazón,- el otro levanto su aviso en dirección a Julie- aquel escote hace que tus pechos se vean espectacularmente, grandemente sexys- el pobre muchacho hablaba con inspiración, totalmente metido en lo que, según el, era el mejor piropo de la historia.

Aquella frase solo daba a entender lo bomba que estaban, ya que los pechos de Julie en realidad, eran los menos grandes de todo el curso. Eso era uno de los temas que mas cabreaban a mi amiga.

Mi Ángel OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora