Capítulo 3

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El aire se impregna de los murmullos, los gritos ahogados y las exclamaciones de incredulidad. Esto es algo que nunca se ve en las bodas del Capitolio, y que generará horas y más horas de cotilleos. A mi lado, Effie contiene el aliento de la misma forma que el resto de los presentes y Haymitch parece desconcertado. Yo simplemente me quedo paralizada, intentando recordar cómo se respira.

— ¿Qué?—solloza Lissa soltando las manos de Peeta como si quemaran. Pero Peeta las vuelve a tomar.

—Lissa, he llegado a quererte mucho, muchísimo...eres una persona increíble y maravillosa, y mereces más que nadie ser feliz. Algún día lo serás, pero con la persona adecuada. Y estoy seguro de que encontrarás a alguien que te merezca y te haga feliz realmente. Porque yo no puedo hacerte feliz casándome contigo sabiendo que amo a otra mujer.

El ambiente se carga de desacuerdo e indignación con la nueva declaración de Peeta. Mi corazón late con fuerza: no sé si sería demasiado miserable por mi parte sentirme un poco más viva después del desastre. Sin embargo, ¿qué otro sentimiento cabe esperar?

Lissa, humillada, se suelta de Peeta y sale huyendo de aquí. La mitad de las personas abandonan el lugar, indignados, murmurando improperios más que nada para Peeta. Otro enorme grupo de personas, supongo que la familia de la novia, corren tras ella. Peeta entra también, frustrado. Sólo quedamos unas cuantas personas del Capitolio y los pocos ciudadanos del doce que han venido, incluidos Haymitch, Effie y yo, todos con caras de desconcierto. Pasado un rato me levanto, sabiendo la respuesta a mi propia pregunta: me siento horrible. Debí haber imaginado algo así. ¿Por qué no puedo hacer otra cosa que no sea estropear las vidas de los demás? Me paso las manos por el pelo, estropeando la obra de arte de mis mascotas del Capitolio. No quiero reconocérmelo a mí misma, pero me siento irremediablemente obligada a pedir disculpas.

— ¿Qué estás haciendo?—me pregunta mi mentor cuando me levanto.

—Tengo que hablar con Lissa.

—Katniss...No vas a hacer más que empeorarlo. Hazme caso por una vez en tu vida y... —pero no escucho lo que me dice porque ya he entrado en el edificio. Me abro paso entre la gente apostada en los pasillos, con el presentimiento de que el cuarto de preparación de Lissa debe de estar al lado del de Peeta. Tras unos minutos, lo encuentro. La puerta está abierta, y veo a una Lissa llorosa sentada en un sofá de piel, escondiendo la cara entre sus manos, sola. Probablemente ha pedido a su familia que la dejen en paz.

— ¿Lissa? Soy Katniss ¿Puedo entrar? —pregunto asomándome. Se gira lentamente para mirarme con regueros de lágrimas teñidas de negro sobre su rostro. Cierra los ojos en un gesto para controlar la ola de dolor que deduzco que la invade al tenerme en frente. No obstante, esta chica ha demostrado constantemente ser una persona educada, templada y con las ideas claras, así que no me sorprende cuando me hace un breve gesto para invitarme a entrar. Aunque eso no quita lo derrotado que se muestra su rostro.

Suspirando, avanzo y me siento a su lado en el lujoso sofá. Durante unos momentos, un silencio incómodo se instala en el ambiente.

—Yo...no sé qué decir. —reconozco, avergonzada. Y, aunque no sepa qué decir, he corrido el riesgo de llegar hasta aquí y enfrentarme a su desastre, por lo que me obligo a mantenerme de una pieza.

—Creo haber atado cabos. Y creo saber dónde estuvo Peeta anoche. Sé que sabes a qué me refiero. Estoy en lo cierto, ¿verdad?

Capto su insinuación al vuelo, pero no tengo fuerzas para confirmarle a esta chica que sí, que he contribuido a arruinar su boda. De todos modos, no necesito hacerlo, porque estoy segura de que mi expresión revela todo lo que estoy callando. Solo le toma unos segundos unir las piezas del puzle.

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