Cuando cometo un error, soy consciente de ello al instante. De esa forma, supe desde el principio que dejar a Katniss de esa manera, cortando todo tipo de contacto con ella, era un error que me costaría perderla para siempre. Lo mismo ocurrió con mi relación con Lissa. Supe que me estaba equivocando porque no la quería como había que querer a una persona para llegar a ese punto, por mucho que intentara convencerme de lo contrario. Ahora sé que me estaba auto engañando, y eso me impide dormir en la víspera de mi boda, así que no tengo otra cosa que hacer que pasearme por la enorme mansión de los señores Monroe, mis futuros suegros (y unos verdaderos peces gordos del Capitolio), en busca de un lugar tranquilo para pensar en mis arrepentimientos. Llevo viviendo aquí el suficiente tiempo para saber guiarme por los largos pasillos.
Camino entre el lujo, los tapices, y las alfombras caras dirigiéndome al ala este de la mansión, la zona dedicada a las habitaciones de invitados, en busca de la ayuda de Haymitch. Es la única persona que me deja las cosas muy claras, que siempre dice lo que piensa, por doloroso que sea. Y eso es justo lo que necesito ahora mismo.
Quién iba a decirme a mí cuando vivía de las barras de pan duras que la gente no quería que yo iba a terminar viviendo en una mansión con un ala entera sólo para habitaciones de invitados. A un lado del extenso pasillo, hay dos cristaleras enormes separadas por un par de metros. Sus cristales de colores tiñen la luz de Luna que los atraviesa. Me siento en el alféizar de la más cercana intentando relajarme, tarea imposible. Fijándome en los frondosos jardines bañados por la luz blanca del satélite, me reprocho por todo lo hecho. No me entiendo. Me he equivocado en todo. Puede que no en el hecho de trasladarme aquí para mi rehabilitación, lo último que quería era hacer daño a mi Katniss, pero sí haciendo una vida e involucrándome en cosas tan serias. Como en mi relación con Lissa.
Desde el principio supe que no saldría bien, era consciente de que no quería llegar demasiado lejos...pero eso fue inevitable. Al principio lo nuestro se limitaba a conocernos, estar juntos y pasar el rato. Lissa es una chica muy atractiva, interesante y simpática, así que me gustaba estar con ella porque me ayudaba a sobrellevar todo lo malo. Recuerdo mis numerosas conversaciones con Haymitch sobre ella, sobre los sentimientos que yo empezaba a tener. De nuevo, era la única persona de mi anterior vida con la que aún mantenía el contacto. Él no lo veía bien, decía que me estaba equivocando y que debía volver a casa. Pero mi miedo seguía ahí, y Lissa lo hacía un poco más soportable. Aquella fue una etapa muy agradable que duró varios meses, por lo que, sin pensarlo, decidimos acercarnos más y pasar a otro tipo de contacto. Antes de que me diera cuenta, éramos una pareja estable y formal. Y funcionaba, no había complicaciones y yo me encontraba a gusto. ¿Que no era lo mismo que con Katniss? Pues no, para qué mentir. Pero a mí me bastaba y sobraba. No obstante, todo empezó a evolucionar demasiado rápido. Un día estábamos en mi apartamento cenando tranquilamente y al siguiente, sin saber cómo, ya estábamos viviendo juntos. Desde entonces, empezamos a hablar de futuro y de sentimientos más serios. Debí haberlo frenado en su momento pero, cuando conocí a su familia, supe que no había vuelta atrás. Lissa había sufrido varios desamores y alguna que otra infidelidad. Y todos confiaban plenamente en mí porque ella hablaba maravillas de su novio del distrito 12, el vencedor de los Juegos del Hambre. Y no la culpo. Yo fui el que negó cientos de veces tener sentimientos por Katniss y aseguró otras cien veces más que no podía estar más feliz con lo bien que funcionaba lo nuestro. Haymitch (siempre Haymitch) me lo advirtió. Me dijo que era demasiado bueno como para salir por patas en ese momento. Y tenía toda la razón. ¿Cómo iba a ser yo el causante de una nueva desdicha amorosa de su querida Lissa? Temía demasiado decepcionarla a ella y a sus allegados. Y no pude cortar de raíz lo que yo mismo había provocado. Así que, en un nuevo intento de estar a la altura de lo que ellos pensaban de mí, se me volvió a ir de las manos y le pedí matrimonio a Lissa, pensando también que con el tiempo podría llegar a amarla como lo hice con mi chica en llamas. Pero mi forma de ver las cosas cambió hace dos semanas, cuando ella volvió a mi vida.
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Destiny
FanficPreparativos y campanas de boda suenan para Peeta Mellark. Vestidos, flores, velos, invitados...Pero, ¿sonarán esas mismas campanas para la chica en llamas? ¿O, por el contrario, una mala decisión les ha impedido estar juntos? No obstante, a veces...