Capítulo 7

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—¿Qué?—es su única respuesta.

Le explico el verdadero significado de las palabras del trabajador que hemos visto en la panadería, que Peeta nunca dejaría atrás ese negocio, el negocio de su familia, y que es muy probable que lo tengamos aquí en pocas semanas. Que tengo tantas ganas de que pase como lo temo.

Al principio, la verdad es que espero que considere absurdas mis conjeturas. Pero, por el contrario, suelta una carcajada, satisfecha.

—Vaya, parece que has puesto a trabajar esa cabecita tuya de una vez...Quién lo diría.

—Cállate—murmuro. Ella me ignora.

—Entonces, si estás en lo cierto, eso significa que Peeta va a volver, quieras o no.

—Sí...

La verdad es que no sé cómo sentirme. Mi humor está de lo más raro últimamente. Por un lado, siento algo cálido que se parece a felicidad surgir de mi pecho, pero por otro no puedo evitar estar enfadada con él por ignorarme de esa manera y hacer planes para volver a pesar de todo lo que le dije. Las razones que le di le han sido completamente indiferentes. Johanna tiene toda la razón al decir que no me aclaro conmigo misma.

—Quita ese ceño fruncido. Deberías alegrarte, descerebrada.

—Eso lo dices porque no sabes lo que se siente después de hacer algo así.

Ella pone los ojos en blanco con un suspiro de resignación.

—Te juro que a veces te mereces un hachazo. Te lo daría yo misma.

—Yo tengo un arco...

—Lo digo en serio, Katniss. Ya te lo he dicho muchas veces. Siempre, siempre vas a vivir con cargo de conciencia por lo que hiciste. Rechazar a Peeta no va a hacer que te sientas mejor. Así que piensa un poco, y valora tus posibilidades—extiende ambas manos delante suya y levanta la derecha-Ser un zombie durante el resto de tu existencia y atormentarte por haber participado en infidelidad—baja la derecha y levanta la izquierda—Aprovechar esta segunda oportunidad y ser feliz junto al amor de tu vida—baja esta mano como si pesara más y me mira como si fuera obvio—Me parece que esta suena bastante mejor.

—¿Has dicho el amor de mi vida?—digo, desviando el tema—¿Desde cuándo eres tan cursi, descerebrada?

Hace su habitual gesto de poner los ojos en blanco, agarra las sábanas que habían quedado olvidadas y se levanta.

—Desde nunca. Es el tufo de este sitio, que me altera las neuronas. Mejor me voy a dormir antes de seguir diciendo idioteces—contesta, desapareciendo por el pasillo. Sonrío y decido acostarme yo también.

Me dispongo a recoger las cosas de Peeta y las meto en la caja lo más ordenadamente posible, uno a uno. Pero me detengo al tener en mis manos un cuaderno delgado de tapas rojas. No sé por qué, pero desprende un aire de intimidad que me dice que es algo personal. Algo como un diario.

Una persona nada cotilla lo dejaría en su sitio sin más. Pero por desgracia yo soy una entrometida. Lo abro para encontrarme con páginas y páginas escritas de arriba a abajo con una caligrafía rápida pero entendible. Soy incapaz de detener a mis ojos, que comienzan a leer casi sin mi permiso. El diario empieza con un breve párrafo.

Mi nombre es Peeta Mellark. Tengo 17 años. Mi casa está en el distrito 12, o eso me han dicho. El distrito 12 fue bombardeado. Mi familia murió en el incendio. El incendio fue culpa de Snow, no de Katniss Everdeen. Ella no es una asesina. Snow es el verdadero enemigo.

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