Capítulo 11

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Me niego a moverme cuando los molestos rayos de sol hacen su aparición y jueguetean sobre mi cara. Estoy cómoda, caliente y somnolienta amarrada al cuerpo de Peeta, demasiado para mover un músculo. Hacía tiempo que no dormía así de bien, y no pienso desaprovechar ni un minuto en el que puedo estar disfrutando de este lujo.

-Es muy tarde-susurra Peeta contra mi pelo.

-Me da igual-insisto, sin abrir los ojos y acurrucándome más. Casi puedo oír la sonrisa que esboza.

-¿No tienes hambre?

-Sí, pero estoy más a gusto aquí.

Suspira y deja caer la mano sobre mi espalda, pero sin borrar su sonrisa.

-¿Me dejas al menos hacer el desayuno?-pregunta, y yo niego con la cabeza.

-No hay nada en el distrito 12 que me vaya hacer moverme de aquí, Peeta.

Pero me equivoco. Sí que hay una persona capaz de hacerlo, una persona que se dedica a hacer difícil mi existencia. Y esta vez no va a ser menos. ¿Su nombre? Johanna Maldita Mason.

-¡Chicos!-exclama, aporreando la puerta. Ninguna voz se me antoja más pedante que la suya en este momento-Siento interrumpir, ¡pero me muero de hambre!

-Parece que Haymitch no debe preocuparse.-comenta Peeta, molesto -Tiene una sustituta muy a la altura.

No puede tener más razón. A falta de Haymitch, ya está aquí Johanna para ocupar su lugar y fastidiarnos el día.

Me levanto hecha una furia y bajo las escaleras a toda prisa, abriéndole la puerta bruscamente.

-Vaya, ¿qué haces vestida?

Aprieto los labios y la miro intentando matarla con los ojos.

-¿Qué quieres?-le ladro. No intento controlar el tono, pero ella me ignora y pasa igualmente.

-Menos humos, chica en llamas. Tengo hambre. Pero por lo que veo estabais demasiado ocupados para hacer la comida.

Paso por alto el doble sentido de su comentario y sigo en mi actitud hosca.

-Quizá si colaborases un poco no tendrías que esperar a que nos levantemos-gruño.

Oigo los pasos de Peeta a mi espalda y noto que me abraza desde atrás en un intento de relajarme. Nos mira confundida durante un momento, aunque sigue hablando con normalidad.

-Parece que alguien se ha levantado con el pie izquierdo-dice, dirigiéndose a Peeta.

No sé cuál es la expresión de Peeta, pero Johanna solo sonríe en respuesta. Me deshago de su abrazo algo molesta por esa intervención. Les recuerdo la hora que es, y en seguida nos ponemos con la comida. Bueno, Peeta lo hace. Prefieren mantenerme lejos de los fogones (y no los culpo), así que me dedico a poner la mesa y Johanna...a sentarse a esperar. Decido que no servirá de nada lo que le diga, así que la dejo en paz. Al menos en casa sí me ayuda, pero desde que comemos los tres juntos se ha relajado.

Debido a lo tarde que es, la comida se limita a una ensalada rápida y sobras del estofado de ayer. Empiezo a comer en silencio, pero mi molestia se disipa cuando siento la mano de Peeta buscar la mía bajo la mesa. Mis labios se curvan involuntariamente en una ligera sonrisa cuando pienso en la situación de ayer, en todo lo que ha cambiado en sólo veinticuatro horas. Acaricio sus dedos mientras finjo interés en los parloteos de Johanna. No sirve de nada: se percata de que ambos estamos en otras cosas.

-¿Qué os pasa hoy?

-Nada-contesta Peeta encogiéndose de hombros-¿Por qué?

-Primero, la descerebrada me recibe más borde de lo normal, y ahora parecéis distraídos. ¿Ha pasado algo de lo que no me haya enterado?

DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora