Capítulo 18

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La imagen es absolutamente increíble, a pesar de los continuos borrones verdes que la interrumpen. Nunca había visto un sol tan brillante ni unas aguas tan claras. La inmensidad del océano me sobrecoge y me fascina a la vez. Es una de las vistas más bonitas que se me han presentado nunca, aunque mi amado bosque no lo cambio por nada. Sin embargo, esa sensación de esperanza y alegría se entremezcla con temor e inquietud cuando, de repente, el paisaje de la ventana se paraliza, indicándome que no tengo más tiempo para prepararme mentalmente. Mi respiración se hace irregular, a lo que Peeta responde dándome un beso en la frente.

-¿Estás lista?-dice. Genial, ahora ni siquiera puedo comportarme con él con normalidad después de haber encontrado lo que he encontrado...Pero se supone que yo no he visto nada, así que me obligo a disimular.

-Estoy lista-afirmo, aunque no muy segura. De todos modos, me alejo y salgo antes que él para evitar la incomodidad.

Avanzamos por los pasillos hasta llegar al área común, que poco a poco se vacía. No hay empujones, ni griterío, ni una avalancha de gente, como suele pasar normalmente cuando intentas bajar de un tren, sino que todo el mundo se dispone ordenadamente y se dispersa en distintas direcciones sin apenas rozarnos. Al parecer, todo lo que tenga que ver con este distrito inspira tranquilidad. Con el corazón en la garganta, sigo al grupo que sale al exterior, y arrastro la maleta conmigo, poniendo un pie en las baldosas claras del suelo. Mi pecho se hincha de nervios con cada paso. Una vez alejados del gentío, Peeta y yo nos quedamos apartados en un rincón, sorteando el lugar con la mirada, en busca de ese alguien en concreto. Peeta me sujeta por los hombros cuando empiezo a temblar, apoyándome silenciosamente. Quién sabe lo que nos podemos encontrar. Transcurren unos minutos en los que la tensión se queda flotando en el aire, a la espera de algo que la haga derramarse. Pero nada más lejos de la realidad.

-¡Katniss! ¡Peeta!-nos llama una voz suave y endulzada. Una voz que se me hace familiar, pero que no es para nada la que esperaba. Mi atención se dirige directamente al lugar de donde proviene el sonido, y diviso una cabellera rojiza haciéndose paso entre grupo de personas.

-Annie...-murmuro, algo incrédula. Observo su figura menuda avanzando hacia nosotros, acompañada de un niño. Me estremezco sólo de pensar en él, pero apenas tengo tiempo de canalizar mis sensaciones ya que, unos segundos después, Annie está a mi lado, y sólo puedo aceptar su cariñoso abrazo. Con el gesto, intento transmitirle lo mucho que comparto su dolor por la pérdida de Finnick, a pesar de todo el tiempo que ha pasado. Peeta hace lo mismo, y deduzco que sus pensamientos no distan demasiado de los míos. Annie va a hablar, pero, de pronto, la pequeña presencia que la acompaña se hace notar.

-Hola.-dice una voz aguda e infantil.-Soy Finnick. ¿Cómo te llamas?

Intentando no echarme a llorar, miro hacia a abajo. Un niño de tez tostada y cabello cobrizo espera con una sonrisa y la mano tendida a que le salude como si se tratase de un adulto. Pero simplemente soy incapaz de moverme. Me escruta con sus enormes ojos, lugar en el cual reside un recuerdo eterno del Finnick que yo conocía. Son una perfecta copia de ese rasgo que lo caracterizaba, y en este momento no es el niño quien me está mirando, es su padre. Como si hubiese venido de donde quiera que esté sólo para mirarme. Ese hecho me paraliza durante unos instantes. El pequeño no se rinde, sigue alzando la mano, pero, al ver que no reacciono, Annie se ve obligada a intervenir.

-Ellos son tus tíos, Katniss y Peeta. ¿Recuerdas que te hablé de ellos, Finnick?

-Sí. Estaba deseando conocerles.-responde risueño.

Entonces despierto ligeramente de mi trance, y le acaricio su rechoncha mejilla.

-Yo me llamo Katniss.-sonrío-También estoy encantada de conocerte.

DestinyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora