Capítulo 14 ¿Dónde están?

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Recorrí cada uno de los pasillos y subí todos los edificios del campus. Exploré la terraza, la cafetería, el estacionamiento, los laboratorios, la librería, todas partes, excepto un lugar; El gimnasio. 

Tenía la respiración un poco agitada. El sudor caía por mi frente. Mi corazón palpitaba tan fuerte que podía escucharlo. Nada de eso me importaba, podría correr 100 kilómetros más para ver a Mike. 

Entré al gimnasio y estaba vacío. Sin embargo—cuando me paré en medio de la cancha—pude escuchar unos ruidos al fondo, cerca de las gradas. Los ruidos me guiaron a los sanitarios y efectivamente había alguien ahí. Las luces estaban encendidas y había un par se siluetas reflejándose en la pared. Me acerqué despacio pero, antes de que pudiera entrar o decir algo, escuché a Frankie hablar. 

  — Te juro que estoy tratando de llamarles Mike, pero no contestan. Parece que su número esta suspendido o algo así. 

— Frankie te lo ruego, inténtalo otra vez. Anoche intenté saber de ellos y también traté de comunicarme con mi padrino y  no pude. 

Me encontraba pegada a la pared escuchando de lo que hablaban. Parecía como si Mike se encontrara asustado y Frankie muy preocupado. Se escuchaba el celular en altavoz y no dejaban de marcar varias veces un número que respondía con la misma grabación « El número que  usted marcó, no existe ». 

Llamaba una y otra vez, hasta que se escuchó el sonido que emite el celular al momento de bloquearse. Se escuchó un suspiro de Frankie. Hicieron una breve pausa y guardaron silencio. ¿A quien llamaban? ¿Por qué Mike estaba tan preocupado? Quería entrar y saber qué estaba pasando pero no se si era asunto mío. En realidad me preocupaba que algo le estuviera pasando. Y entonces, recordé algo. Los padres de Mike. ¿Les habrá pasado algo?. Cuando le marcaban a alguien, ambos hablaron en plural. Pensé que esto en realidad si era grave y no debería quedarme con los brazos cruzados. 

  — ¿Mike? ¿Frankie? Soy yo, Samara. ¿Me escuchan?

No contestaron al instante. Frankie chistó y le dijo a Mike que esperara ahí. Podía ver lo que hacían con sus sombras. Frankie se acercó y se asomó.

  — Hola Sam. Perdón por no decirte dónde estábamos. Es que Mike quería estar solo un momento. —   Dijo Frankie en un tono serio.

  —  Ah. Yo sólo quería saber si estaba bien o si necesitaba algo. 

  — No te preocupes, tengo dominada a la bestia. Yo me ocupo de todo. De todas maneras, gracias Sam. 

Asentí y me dí la media vuelta. « Si no ayudas, no estorbes» me dije a mi misma. Tal vez ayudaría más dándole su espacio. Apenas iba a mitad de la cancha cuando Frankie me llamó.

  — ¡Sam! ¡Mejor vuelve! — Gritó 

No dudé un segundo y entré al sanitario de chicos. Mike se encontraba al fondo, sentado en el piso a un lado de los lavabos y con la cabeza agachada. Se cubría su rostro con sus brazos. Me quedé observándolo unos segundos y me fui acercando poco a poco. De nuevo, antes de decir una palabra, Mike habló.

  — Hola Sammy. — Dijo en voz baja

  — Hola Mike. 

 Me senté junto a él y sobé su hombro. Frankie se sentó enfrente de nosotros. Mike empezó a contarme lo ocurrido. 

Mike tuvo una fuerte discusión con sus padres. Había tenido problemas en la escuela y sus padres pusieron todas las cartas en su contra. Cada palabra que decía era un error y sus decisiones eran absolutamente inapropiadas. Se sintió sofocado por la ira de sus padres y les aplicó « la ley del hielo» durante una semana. Cada año, sus padres viajan a su país natal —Sevilla, España— para asistir a una peregrinación en un pueblo cercano. Este año, Mike se negó a acompañarlos. 

Tu eres mi limboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora