Cap.6

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  Ella cerró los ojos deprisa. Pudo jurar ver su vida pasar en esos segundos de pánico. ____ nunca había sentido sus latidos tan fuertes. Se sentía tan asustada, nerviosa a un lado de Jay . Pensó que era un suicida que se la llevaría entre las patas por querer matarse. Respiró una y otra vez hasta que abrió los ojos y lo miró fijamente.
—¡Eres un idiota, mal parido, psicótico! —Gritó furiosa, golpeando con sus puños el regazo de Jay —. Pudimos haber muerto, pendejo.
—¿Con esa boquita besas a tu mamá?
—Mi mamá está muerta—dijo ella sin pensarlo. Los nervios le hacían decir todo lo que pensaba en ese momento. Jay se arrepintió de haber bromeado con esa pregunta. No se imaginó que su madre estuviera muerta. Jamás—. Casi le hago compañía en el cielo por tu culpa ¡Animal!
—Si no lo admitías de igual forma me iba a quitar, ____ —confesó él. Ella intentó tranquilar su respiración acelerada—. No soy tan idiota.
—¿Por qué te detuviste de esa forma? —preguntó ella.
—Porque tú me dejaste de hablar, entonces tenía que hacer algo para que me hablaras y de paso que reconocieras que te gustó el beso.
—Tú estás loco.
—Lo sé— admitió él. Una risita de parte de ella salió. Había sido la experiencia más cercana a la muerte.   

Había sido la experiencia más cercana a la muerte. Seguía viva y completa. No tenía por qué amargarse—. Fue divertido.

— ¡Cállate! —pidió entre risas. Jay sonrió aliviado al saber que ella no estaba molesta, solo fue el momento. Arrancó de nuevo el auto, regresando a la carretera camino a casa.

—Nunca te había visto en Malibú, ¿eres nuevo en la ciudad?

—Que nunca me hayas visto no me hace el nuevo—. Contestó sin respuesta a la pregunta.

— ¿Eres nuevo o no? —insistió ella.

—Sí, estoy de vacaciones con mi abuela y unos tíos.

Hubo una pausa de algunos segundos.

—¿de dónde eres, realmente?

—¿Por qué? —le preguntó volteando a verla un corto momento. Enarcó una ceja y sonrió divertido—. ¿Piensas irme a acosar cuando me valla?

—¿¡Qué!? ¡No!

Él se echó a reír—. Soy de Corea, realmente. Un lindo y caliente coreano.

—Claro—. Alargó la palabra sarcásticamente. De una manera la vanidad del chico le causó gracia.

  —¡Llegué! —.Avisó al entrar a su casa. Jay la dejó algunos minutos atrás. La noche era tranquila y en el cielo se podían apreciar las estrellas brillantes iluminar de una manera suave. La luna se encontraba completa mostrando su no tan circular forma. ___ dejó su bolso en la mesita de entrada. Se sacó la chamarra y se tiró al mueble principal. Estaba cansada, sin duda había pasado una de las mejores tardes aunque le costara admitirlo.
—¡________! — gritó Madison emocionada, lanzándose encima de ella rodeándola con sus pequeños brazos y acomodándose en su torso. ___ sonrió al ver a su hermana—. ¿Cómo te fue con el chico de la feria?
—Estupendo— se atrevió a decir. Entonces se recordó que salió con Jay de improviso, nadie lo sabía—. ¿Cómo sabes que salí con él?
—Te vi llegar desde mi ventana. ¿Besa bien?
—No nos besamos, Madison.
—Que tonta eres—, acusó la pequeña.. Se puso de pie dejando de aplastarla—. Yo lo hubiera besado.
___ parpadeó varias veces, asimilando lo que escuchó de su pequeña hermana de seis años. Antes de que pudiera decir algo el tío Will bajó por las escaleras.
— ¿Qué hacen las princesitas? — Will entró a la cocina a revisar la nevera para ver que cenaría.
—Platicando de la cita de ____.
Will detuvo su búsqueda. Derecho giró a verlas a ambas—. ¿Cita? Dijiste que saldrías al parque con tu amiga, no a una cita con un chico.
Ella volteó los ojos y se puso de pie. Con una mirada de mala racha dio gracias irónicamente a Madison. Ahora tenía que dar una explicación y cada detalle de lo que hizo con Jay si es que no quería que su tío la molestara toda su vida con ello. Caminó hacia la cocina, antes de sentarse en el banco del comedor tomó una manzana y mordió.
—¿Quién es el chico? —Quiso saber Will. Sacó una hamburguesa del refrigerador y la metió al microondas—. ¿Lo conozco?
—Es el chico de la feria—. Dijo Madison. La pregunta no había sido para ella, pero sabía que ___ no le contaría sobre eso porque solamente la consideraba como la hermana menor que no sabe nada sobre relaciones de adultos, tenía razón pero eso no le evitaba la curiosidad.
—Pensé que huías de él—. Dijo sacando su comida del microondas.
—Me lo encontré y decidí salir con él. Es todo, solo fuimos a comer y charlamos—. Mintió. No le diría que la llevó fuera de la ciudad a una hacienda desconocida con su mono Terminator que trataba de asesinarla con frutos voladores y después metiéndole el susto de toda su puta vida.  

  —Está bien— fue lo único que salió de la boca de Will. Después se entretuvo con su hamburguesa. ___ suspiró y siguió comiendo su manzana.
El día era maravilloso. El sol salió con más brillo y ganas de lo normal. Según las noticias reportaron un día asoleado para ir a la playa a pasear un rato en familia. Miró su reloj, marcaban las doce del mediodía. Habían pasado algunos días desde la última vez que vio a Jay. Por un lado se sintió bien al no tener que saber nada de él y sus citas alocadas, pero por la otra intrigada al no saber nada. Frunciendo el ceño salió de su cómoda cama. Se puso sus pantuflas de rosita fresita, regalo de cumpleaños número dieciséis por su tía que pensaba que cumplía trece. Aun se preguntaba cómo es que le quedaban. Miró su rostro por el espejo del baño, parecía la bruja de blanca nieves. Tomó una ducha rápida, después se vistió para bajar con su tío y hermana.
Ver a su tío sostener su cabeza entre sus manos no le dio una buena impresión. A cortos pasos se acercó a él haciéndolo sorprender cuando colocó su mano en su hombro. La mirada del hombre la hizo confundirse.
—¿Qué pasa?
Will se mantuvo callado. Bajó la mirada y tomó las manos de ella.
—¿Ocurre algo malo?
—Me han despedido del trabajo, _____ —Habló con la voz cortada. El lugar se llenó de oscuro silencio hasta que continuó: — La semana próxima es la cuarta visita con el doctor de Madison, y no tenemos dinero suficiente para pagar.
Ante la confesión del hombre ella se puso rígida, se sintió débil en un momento. Madison necesitaba las revisiones para saber cómo seguía con su enfermedad, era una necesidad.
—¿Cuánto tienes? —. Preguntó nerviosa. Will pudo notar su rostro de nerviosismo al instante.
—La mitad del dinero—. Habló firme.
—Lo conseguiremos — aseguró. Tenía que ser así, no podía darse el lujo de mantenerse tranquila al saber que próximos problemas venían—. Trabajaré en estas vacaciones.
—______....
—No digas nada, tío. Lo necesitamos— dijo ella—. Mientras consigues un nuevo empleo yo te ayudaré con los gastos.
—Está bien— susurró—. Solo por las vacaciones, no permitiré que esto afecte a tus estudios.  

  Se encontró de nuevo en el muelle. Todas las veces que necesitaba pensar siempre iba ahí. Un lugar tranquilo y que hasta el momento solo conocía ella. Lindo y hermoso lugar escondido en un paisaje entre árboles, flores y sin monitos psicópatas.
Una lágrima insignificante se escapó sin ninguna razón. Estaba atrapada entre los problemas que sabía que algún día sucederían. Debía mantenerse fuerte, para ella y su hermana. Debía mantener sus brazos arriba y no cortar sus alas. Debía luchar por ella y Madison. Debía ser ahora un Guerrero.
Limpió de una manera veloz sus ojos empañados al escuchar pasos por el lugar. Si era una persona debía irse enseguida al no encontrar una cosa divertida.
—Creo que el destino nos quiere juntos.
Reconoció su voz de inmediato. El tono divertido, el grosor y modo de hablar. Una de las pocas voces que la hacían estremecerse con tan solo un susurro, un murmullo. Se encogió de hombros sin hablarle y voltear a verlo, no quería que le hiciera preguntas.
— ¿Estás bien? —Notó la preocupación en su voz. Jay se puso al nivel de ella ocupando un lugar en el suelo. La observó. Sus pestañas húmedas y lágrimas secas tratando de ser escondidas en su mejilla—, ¿Te sucedió algo? — preguntó insistiendo—. ____ responde.
Ella lo miró y pudo ver sus ojos dorados de una manera distinta, aquel brillo especial de alegría que siempre transmitía se había ido. Un chico preocupado estaba frente a ella. Sin querer hablar solo se lanzó a él para abrazarlo. Jay dudó algunos segundos antes de rodearla con sus brazos. Estaban sentados en el borde de una madera que conectaba con el mar. Cuando escuchó sus sollozos presintió que algo realmente malo le sucedió o sucedía. La abrazó más hacia él, haciéndole saber que tenía su apoyo.
—No llores— murmuró entre sus cabellos castaños—. Mejor corre en círculos.
La risita sonora de ella lo hizo sonreír. Ella se apartó de sus brazos tallando sus ojos húmedos y cubiertos de lágrimas derramadas. Él sintió la necesidad de volver a abrazarla, volver a sentirla pegada a él.
—Ere un idiota—. Le dijo ella sonriendo.
—Solo tuyo guapa. —

A reason to smile -Jay Park y tuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora