Capítulo 22.

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Genio

Últimamente cuando Viola me da una orden directa, no estoy seguro de si obedezco porque tenga que hacerlo o porque quiero hacerlo. Como ahora, cuando asiento y al instante me vuelvo visible ante la multitud. Una niña pequeña que lleva la cara pintada de tigre pasa por delante de nosotros y se queda paralizada, mirándome fijamente. Me muevo, incómodo mientras ella chupa un mechón de su pelo y corre el maquillaje de su cara. Entonces me dedica una sonrisa que muestra hasta las encías, típica de una niña de seis años y sale disparada.

Cuando vuelva, tendré muchos problemas por haber violado el protocolo. Seguramente ni siquiera me meterán en una lámpara o en una botella. Los Ancianos me convertirán en el Genio de la Escobilla del Váter.

Pero merece la pena. Miro a Viola y a Lawrence. No hay nada igual que esto en Caliban.

Tengo varias horas, pero al final consigo calmar los nervios. Lawrence tenía razón, por lo visto nadie se fija demasiado, salvo algún niño aislado que advierte lo que las madres agobiadas no ven. Ha anochecido y los mosquitos han salido. Nos hemos subido a todas las atracciones para las que no somos muy altos, así que nos relajamos en una mesa de picnic verde azulada que hay enfrente del puesto donde pintan caras.

-¿Quién es? -pregunta Lawrence, cuando suena el móvil de Viola.

-Es Aaron otra vez -responde Viola y pone en silencio el teléfono.

Ya ha llamado ocho veces desde que hemos llegado a la feria. La miro cuando se mete el móvil en el bolsillo.

-Vamos a subirnos otra vez a la atracción Himalaya -sugiero y la señalo con la cabeza.

-¿Por cuarta vez? ¿No tenéis ferias baratas en Caliban? -pregunta Lawrence.

Parece un poco mareado.

Cuando la feria cierra al anochecer, estoy despeinado y huelo a palomitas dulces; lo que me hace muy mortal. Lawrence nos deja a mí y a Viola en la entrada de su casa, justo antes de que Viola abra la puerta, se da la vuelta y pone una mano en mi pecho. Me quedo inmóvil bajo la presión de su palma y la miro a los ojos, con temor a que retire la mano sí respiro. ¿Nota cómo cambio, cómo envejezco, igual que noto cómo cambia ella?

Viola habla y se sonroja.

-Sólo... ¿Todavía pueden verte todos? -pregunta y aparta la mano.

El recuerdo de su mano persiste en mi pecho durante un instante mientras alzo las cejas.

-Me había olvidado -digo y niego con la cabeza-. No puedo creer que me haya olvidado de eso. -Entra, ahora lo arreglo.

Volver a la invisibilidad es incómodo, como ponerse ropa muy ceñida, aunque no tengo claro si es el acto en sí mismo o el recuerdo de que no soy mortal. Viola abre la puerta.

-¡Por fin! Me tenías preocupado cariño -grita una voz.

-Ummm... hola -dice Viola, que se detiene en el umbral de la puerta.

Aaron está sentado en la encimera de la cocina, con una revista en la mano. Detrás de él, los padres de Viola, que están viendo televisión, se dan la vuelta y ven cómo Aaron deja la revista y se retira el pelo hacia atrás.

-No me has cogido el teléfono en todo el día... Estaba preocupado -dice Aaron-. Bueno no creas que soy un acosador ni nada por el estilo. Sólo estaba preocupado, eso es todo.

-Vale -contesta Viola débilmente.

Me pregunto qué haría Aaron si yo aún fuera visible. La rodea con el brazo y la beso en la mejilla. Viola apenas se mueve, por lo que parece que está abrazando a una muñeca. Ella me mira, luego mira a una muñeca. Ella me mira, luego mira a sus padres, que enseguida vuelven a mirar las noticias como si nunca les hubieran observado. Viola se aparta de Aaron y se entretiene rebuscando en su bolso.

Tres Deseos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora