Capítulo 23.

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Viola

A la mañana siguiente, no me quedo dormida en clase de Shakespeare, sino que estudio minuciosamente lo que voy a decir en la exposición. No me sale un discurso muy bueno. La verdad es que da asco. Ni siquiera tiene sentido. No es más que un batiburrillo de nombres, sentimientos, tipos de gente... y estupidez. No debería haber empezado de cero. Debería haberme quedado con mis aburridos cuadros de bosques. Trabajo en mi discurso todas las clases siguientes y me salto la comida para intentar conseguir un diccionario de ideas afines. Pero antes de que me dé tiempo de escribir un párrafo entero, suena el timbre que anuncia el final de las clases y entro desanimada, en el aula de dibujo, tan sólo unas horas antes de que empiece la exposición.

—Hola, ¡cuánto tiempo! —saluda una voz alegre cuando cierro la puerta del aula.

Casi grito de la sorpresa y me vuelvo hacia la persona que ha hablado.

Es Ollie. Pero no parece Ollie. No es la Ollie en la que yo quería convertirme, ni en la Ollie que sollozaba en el jardín. No lleva mucho maquillaje y, aunque aún lleva ropa bonita de alguna tienda de oportunidades, no es tan ceñida, ni va tan perfectamente conjuntada. Hasta parece que ha engordado unos kilos, pero le queda muy bien.

—¡Ollie! ¡Hola! —contesto por fin, después de que ella se haya vuelto hacia los cuadros que está retocando.

Está añadiendo más rosa fuerte a un sillón situado en un bosque.

—He visto tus cuadros de la exposición sobre la mesa —dice y señala mis antiguas obras—. No te irás a echar atrás, ¿no?

—No, no, es que... empecé de nuevo —aclaro con timidez. Al mirar mis primeros cuadros es como si vieras fotos mías del pasado—. La verdad es que no se los he enseñado a nadie, han sido inspiración de última hora. Ni siquiera tienen nada que ver con el tema de los paisajes.

—Sí, es que el tema es un rollo —dice Ollie y se ríe—. ¿Me los dejas ver?

Se acerca. Huela a ropa limpia y lavanda.

Por un momento vuelve la Viola invisible y quiero balbucear que los cuadros de Ollie son mucho mejores que los míos. Es cierto. Pero no importa. Ya no me importa. Ollie es una chica, sólo es... ¿una amiga? No me hace falta observarla como antes solía hacer, ni intento tratar de averiguar cómo es pertenecer a su grupo. Pinta mejor que yo, sí; pero al menos ahora mis cuadros son míos, no simples intentos de ser Ollie, de ser punki, emo o popular. Asiento y retiro las sábanas de mis lienzos.

Los cuadros son un lío. Hay gente con la cara desdibujada, definidos por su pelo o por sus ropas y los colores que rodean sus formas borrosas. Son escenas sacadas de fiestas, del instituto, las cabezas de los alumnos en clases y unas siluetas pequeñas que representan a las chicas invisibles.

—¡Vaya! —exclama Ollie con total naturalidad. Sonríe y asiente conforme va examinando uno a uno con detenimiento. Una vez llega a la quinta y última pintura, vuelve a mirarme a los ojos—. Son increíbles.

—Bueno, la técnica está algo acelerada... —farfullo a través de un amplia sonrisa.

—¡Sí, pero son muy originales! Y hay emoción, son... tienen mucha fuerza —comenta Ollie—. Temía que te hubieras distraído. Eso me pasaba a mi cuando salía con Aaron. Es buen chico y eso, pero no le importa demasiado la pintura. No sé. Es como si él y yo estuviéramos destinados a estar juntos porque estábamos en el mismo rollo, pero no nos molestábamos en pensar si teníamos los sentimientos que se corresponden a que "nuestro destino fuera a estar juntos". Si es que eso tiene sentido, aunque no lo creo —dice Ollie y se retira el pelo hacia atrás—. Ahora es más fácil, soy más... más yo. Y de todos modos, he vuelo a salir con alguien —termina, un poco ruborizada.

Tres Deseos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora