Capítulo 26.

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Genio

Aparto la vista cuando Lawrence y Viola se abrazan. Se me revuelve el estómago y tiemblo. Intento avanzar un paso, correr hacia ella, pero la orden de mantenerme alejado me paraliza los pies. Tengo que llegar hasta ella, tengo que ayudarla... Rujo en la noche y me quedo con la vista clavada en el suelo, furioso. Cuando vuelvo a levantar la cabeza, me da un vuelco el corazón de la rabia.

El ifrit está al otro lado de la hoguera, mirando de forma sobrecogedora y oscura la lumbre. Las llamas se reflejan en su túnica y le hacen parecer más viejo que nunca al marcar el profundo surco de su barbilla y los hoyuelos de sus mejillas. Me tiro hacia Viola, pero la fuerza que retienen mis pies paralizados hace que me caiga al suelo y mi pecho choca contra una capa de hojas secas. Oigo que Viola empieza a sollozar y cuando alzo la vista, se está apartando de él con cuidado. Se seca las lágrimas de los ojos y retrocede hacia un roble enorme, con los brazos hacia atrás para agarrarse a su tronco, como si sus anchas ramas pudieran protegerla. Lawrence parece abatido y le sigue la mirada, que ella tiene centrada en mí.

—¿Lo haces por él? —pregunta Lawrence, mirándonos a los dos con los ojos llenos de dolor por el deseo y la rabia. Ni siquiera se parece al Lawrence que conozco—. Le estás mirando... Viola, le estás mirando como me mirabas ante a mí. No, por favor, no...

—Lawrence, es que... ——empieza a decir Viola, pero Lawrence se acerca a mí con paso firme y la respiración acelerada.

—Él no puede quererte como yo, Vi. Ni siquiera es humano —alega—. Pero, Vi, nosotros sí podemos tener una historia de amor. El amor épico que siempre quisiste.

—Pero esto no es real —dice Viola susurrando, aunque no estoy seguro si se lo dice a Lawrence o a ella misma.

Lawrence se da la vuelta para fulminarme con la mirada.

—Es por tu culpa. Desde que apareciste, lo estropeaste todo.

—Lawrence, escucha lo que dices —digo con firmeza y me alejo un paso de él.

Sus ojos brillan con cierto aire del antiguo Lawrence. Está luchando contra la presión. Perderá, pero se está resistiendo, mientras el ifrit se mueve, incómodo, al otro lado de la hoguera. Aprieto los labios cuando Lawrence cierra los puños y da otro paso hacia mí.

—Es culpa tuya. No puedes amarla como yo, ¡no eres más que un genio! —grita y luego se abalanza sobre mí.

Viola chilla y comienza a sollozar. Lawrence me golpea con el puño en la cabeza, lo que me produce un gran dolor en la oreja y la mandíbula. Caigo hacia atrás contra el árbol más cercano y extiendo los brazos hacia el ifrit. Es fuerte —fortísimo, en realidad— y me empuja las manos para pegarme otro puñetazo, esta vez en el estómago. Es como si no me quedara aire en los pulmones y caigo de rodillas, tosiendo.

Intento volver a decir su nombre, pero ni siquiera logro recuperar el aliento para hablar. En su sombra veo que levanta otra vez el brazo y me vuelvo justo a tiempo para cogerlo de la muñeca y tirarlo al suelo.

—No quiero luchar contigo, Lawrence. Tú eres mi amigo —digo con la voz ronca mientras él se levanta de un salto.

Cierro los ojos y espero otro golpe. Sé que no seré capaz de devolverle el puñetazo y tampoco puedo marcharme, por el bien de Viola y de Lawrence.

Tengo el poder de conceder deseos a los demás, pero ahora mismo estoy indefenso.

De repente Viola sale corriendo y se pone entre nosotros dos. Le coloca las manos a Lawrence en el pecho para que retroceda y sacude la cabeza frenéticamente. Hay una mirada de determinación en su rostro surcado de lágrimas.

—¿Has oído eso, Vi? Ni siquiera va a luchar por ti. Yo sí pelearé por ti. Haré cualquier cosa por ti.

—Para, Lawrence. Por favor, para —ordena con una voz que no tiembla lo más mínimo.

Es el único en el que puedes confiar que la amará, sino puedes ser tú.»

Miro a Lawrence con tristeza, pero él tiene los ojos clavados en Viola, lleno de adoración y dolor. Ella me olvidará. No tiene remedio. Pero será feliz. Sin mí, será feliz. El ifrit tiene razón. ¿Cuántas veces la iban a presionar por mi culpa? ¿Qué dolor tendrá que soportar para que pudiéramos pasar juntos un rato más? Respiro hondo y aunque intento decir las palabras, no puedo emitir sonidos.

«Pide un deseo, Viola.»

«Deséale. Ya tomo yo por ti la decisión. Deséale a él.»

Viola se vuelve hacia mí de repente, como si pudiera oír mis pensamientos. Niego con la cabeza y dejo de luchar contra su orden.

—¡Viola, pide un deseo! Esto tiene que terminar. Desea que yo me marche —digo, intentando que mi voz suene calmada, pero el tono no es muy convincente.

El fuego chisporrotea y se aferra desesperadamente a los últimos restos de combustible.

—Pero te olvidaré —susurra con los ojos clavados en los míos.

Lawrence empieza a tirar de ella otra vez, le pasa un brazo por la cintura y con la mano que le queda libre le retira el pelo de la cara. Él la quiere, pero ella no aparta la vista de mí.

—Al final acabarías olvidándote de mí de un modo u otro —digo ateridamente—. Pero de esta forma al menos serías feliz. —Cierro los ojos y vuelvo la cabeza. Tal vez le es más fácil si no tiene que mirarme—. Hazlo, Viola.

—No puedo.

—Sí puedes. Desea que me marche.

—Lawrence ya no volverá a ser el mismo y no te tendré...

—Vi, si me quieres como yo a ti, desea que me vaya —suplico, con una voz que casi suena amenazante.

Al levantar la vista, veo que Viola me está mirando fijamente, como si intentara leer mis pensamientos. En medio de todo esto, me doy cuenta de que se me ha escapado que la quiero. La amo. ¿Por qué no se lo he dicho

antes? El vacío que siento en el pecho se expande hasta que me ahogo.

Lawrence le coge la cara con sus manos para que le mire a él. Exhala, se inclina y aprieta los labios contra los de ella como si fuera Viola la única persona a la que quería besar en toda su vida. Y ella le devuelve el beso.

«Hazlo, por favor. Pide el deseo.»

Viola se aparta del beso y suspira bajito, mirando a Lawrence a los ojos.

—Por favor —digo entre dientes.

«Por favor.»

Se vuelve para mirarme con los ojos brillantes y vidriosos a la luz del fuego.

—Te quiero —susurra.

Un grito se escapa de mis labios y no puedo respirar. Mi pecho parece un colador que se llena de afecto pero enseguida se filtra hasta desaparecer... Hago un esfuerzo por tragar saliva.

«Por favor, Viola. Venga. Sé feliz. Quieres a Lawrence, pues yo no estaré aquí para que me ames.»

Coge aire y cierra los ojos.

—Deseo que ya no me presionen con Lawrence.

Su voz es tan pequeña y diminuta que apenas la oigo, pero el deseo tira de mí como si hubiera abierto una presa. Esto no es lo que tenía que desear, no es lo que se suponía que iba a decir, aunque una parte de mí quiere llorar y gritar de alegría. Me quería a mí, a mí, no a Lawrence, ni al genio, sino a mí. La fuerza de la magia me arrastra y lucho para evitar que salga descontrolada. Es el último deseo. Se ha acabado y no puedo hacer nada para detenerlo o cambiarlo. Me echo hacia atrás, dolorido, cuando la magia tira de mí, y tengo que decirlo antes de que el poder se me adelante. Separo los labios y las palabras salen de mi boca en un susurro forzado.

—Como desees.

Tres Deseos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora