Capítulo 9

940 36 3
                                    

Viola

Algo ha cambiado.

El pasillo ya no da vueltas. Busco a tientas el brazo de Genio bajo la tenue luz, pero se ha ido. Estoy sentada en el suelo, aunque noto que hay algo más. Es como si me acabara de despertar de una siesta, sólo que mientras dormía todas mis preocupaciones y mis miedos han desaparecido. Ahora me siento como nueva y tengo una sensación en el pecho, casi cristalina, que me hace estar segura de que puedo hacer cualquier cosa...

—¿Viola?

Me doy la vuelta. El nombre no me suena normal, no suena para nada como cuando Genio o Lawrence lo pronuncian. Y entonces entiendo por qué.

Aaron Moor está de pie a mi lado y me mira con una sonrisa confusa.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta con una ceja alzada.

Extiende la mano y me levanta tan rápido, que me mareo, y luego me pasa un brazo por la cintura. Aprieto las rodillas e intento aguantar la respiración. Seguro que se ha equivocado. Está oscuro y se cree que soy otra persona.

—Viola. Soy vi... —Cojo aire a mitad de la frase.

Ya sé qué ha cambiado.

He pedido un deseo. He deseado ser una de ellos, ser como Aaron y Ollie.

—No... no quería... —empiezo a decir, pero la sensación de terror que espero, no acaba de llegar. En cambio, me siento... feliz. Aliviada, incluso.

—Venga —dice—. Volvamos abajo. Te quería presentar a unas personas.

—¿Qué?

—A algunos amigos míos que no sé si conoces. —Aaron se me queda mirando un momento. Seguro que estoy con la boca abierta—. Por cierto, estás increíble. No puedo creer que no me haya dado cuenta antes. Supongo que estaba demasiado preocupado con Ollie... Pero ya no, hemos roto. ¿Cómo iba a estar con ella si hay aquí una chica tan guapa como tú? —termina con una dulce sonrisa.

Soy guapa. ¿Soy guapa? Me siento... me siento guapa. Y despreocupada, irresponsable, segura de mí misma y todas esas cosas que sentía antes de lo de Lawrence incluso más. Aaron me suelta la cintura, me coge de la mano y camina hacia delante. Yo tropiezo al seguirle escaleras abajo, hacia el salón, donde continúa la fiesta. Una parte de mí quiere agachar la cabeza por la timidez, pero una fuerza superior me obliga a mantenerla barbilla alta, los hombros hacia atrás y mi mano firme en la de Aaron. Si antes, al llegar a la fiesta, había sido como aparecer en un estreno de Hollywood, ahora al bajar las escaleras es como ser una joven estrella sobre la alfombra roja, rodeada de sonrisas amables y gente que grita mi nombre.

Aaron pide que cambien la música y mientras ponen otro CD, la gente se levanta a coger bebidas y nuevos asientos. Aaron y yo —¿Aaron y yo?— nos sentamos juntos en un sofá de dos plazas que da a la puerta principal. Unas chicas que no conozco se acercan a nosotros y me preguntan por mi pelo y mi ropa, y si odio a Shakespeare tanto como ellas. Todo esto sin que les preocupe cómo me llamo. Como si me conocieran de toda la vida. Como si siempre hubiera ido con ellas. Como si siempre hubiera sido una de ellas. ¿Es real?

Debería sentirme culpable. Esto no es normal. No es real. Es un deseo.

Pero no me siento culpable en absoluto. Estoy demasiado contenta. Si hubiera sabido lo maravillosa que me iba a sentir con un simple deseo, todo el dolor que podía borrar...

Una nueva canción resuena por los altavoces, Aaron me pone un brazo por encima del hombro y juguetea con mi pelo de un modo que me da escalofríos en la espalda. Me quiero acercar más a él, pero una parte de mí se tambalea por miedo a que un falso movimiento lo arruine todo. Miro a Aaron a los ojos e incluso ese simple gesto me hace sentir que formo parte de algo, que de repente puedo tener contacto visual, conversaciones y miradas significativas, en vez de saludos con la cabeza al pasar por los pasillos. Me hace sentir especial.

—¿Qué pasa? Lawrence. Aparto la vista de Aaron y descubro que Lawrence está junto al sofá de dos plazas, con los brazos cruzados. No parece enfadado, sólo confundido, y sus ojos no paran de ir de Aaron a mí.

—No mucho, no mucho. ¿Lo estás pasando bien? —le contesta Aaron a Lawrence.

Lawrence asiente de manera cortante y vuelve a clavar la mirada en mí. Dos futbolistas aparecen por la puerta delantera con un barril de cerveza y mientras Aaron está distraído animándolos, yo respondo.

—He pedido un deseo.

Mi intención es pronunciar las palabras en voz alta, pero sólo muevo los labios por miedo a que si lo digo, las cosas se gafen.

—¿Has pedido que Aaron salga contigo? ¿Eso es lo que has deseado? —exclama Lawrence tan fuerte que me encojo de preocupación por si alguien le ha oído.

Le cojo de la mano para acercarle hacia mí.

—¡No! Ha sido un accidente. Ni siquiera pretendía pedir un deseo, se me escapó. Deseé ser como ellos, como Aaron y Ollie, y entonces... ¡Pasó esto! No sé cómo, pero... me siento...

¿Cómo explicarlo? Me siento bien. Siento que formo parte de su grupo, que no estoy sola.

—¡Pero no es real! ¡Sólo es... sólo es un deseo, Viola! ¿Cómo has podido desearle... a él? —Lawrence parece ofendido, incluso traicionado, y me agarra las dos manos —.Sé que te he hecho daño, pero este no es el modo de solucionarlo.

—¿Y cuál es? —replico—. No ha habido nada en estos sietes meses que me haya hecho sentir mejor, pero ahora... es como si toda la tristeza no fuera más que un recuerdo. Ya no... ya no la tengo en mi interior. Estoy demasiado contenta para estar triste.

—Quiero que seas feliz por ser quien eres, Vi. No porque hayas pedido un deseo.

—Pero hasta que eso ocurra —digo y le lanzo una mirada rápida a Aaron—, con esto me basta. Mírame, Lawrence. Tú me entiendes mejor que nadie. Por favor. Hace muchísimo tiempo que no siento que formo parte de algo, que no tengo algo más que solo a ti y a Genio. No lo estropees, Lawrence. Me lo debes.

Nunca se lo había reprochado de aquella manera y a decir verdad, no estoy segura de si se lo merece.

Lawrence hace un gesto de dolor, como si le hubiese golpeado, y luego niega con la cabeza.

—¿Que te lo debo? Sabes que no pretendía hacerte daño.

—Pero me lo hiciste —murmuro.

Lawrence suspira y me aprieta la mano.

—No me gusta, pero si esto es lo que te hace feliz, por ahora, entonces... muy bien. —Parece frustrado, pero el sentimiento de culpabilidad que tengo enseguida desaparece; es como si no pudiera existir la desdicha en mí. Me suelta las manos y mira la sala a su alrededor—. Por cierto, ¿dónde está Genio?

—Se marchó —respondo. Me atrevo a acercarme un poco más a Aaron, aunque sigo sin creer que pueda caer en sus brazos—. Justo después de pedir el deseo. Me ayudó a levantarme y después... se fue.

—¿Quién? —pregunta Aaron y vuelve a nuestra conversación.

—Nadie —contesta Lawrence antes de que yo pueda balbucear una respuesta. Vuelve a mirarme y se hace el tranquilo—. Aún vamos a desayunar juntos antes de que te deje en casa, ¿no?

No teníamos ese plan y, para ser sincera, tengo miedo de marcharme. ¿Y si al dejar la fiesta el deseo se termina? No puedo volver a ser una chica invisible.

Otra vez no. Aun así, Lawrence es... bueno, Lawrence.

Asiento y me acerco a Aaron mientras Lawrence desaparece entre la multitud.

Tres Deseos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora