Viola
Refunfuño y le pego un manotazo a mi despertador.
No importa cuántas veces he llegado tarde al instituto por darle al botón de repetición, sé que es un hábito matutino inquebrantable. La canción pop que retumbaba por el diminuto altavoz ha parado y me preparo para seguir durmiendo siete minutos más.
Una risa suave interrumpe el silencio.
Es Genio. Me siento muy erguida en la cama y me llevo las colchas hacia el pecho. Genio está sentado en el sillón, con las piernas colgando por un lado y los brazos cruzados.
—Te quedaste —digo, tratando de ocultar mi sorpresa.
—Eres una maltratadora de despertadores —responde.
—Algo así —contesto e intento alisar la maraña que tengo por pelo—. ¿Decidiste que el parque ya no estaba tan bien por la noche?
Saco las piernas de la cama, pues ya no tiene sentido volver a quedarme dormida.
—Para serte sincero —dice Genio mientras entro en el cuarto de baño y abro y grifo del agua caliente—, olvidé marcharme. Estaba mirando las estrellas y luego... ya era de día.
—La apasionante vida de la criatura mágica —bromeo y Genio pone los ojos en blanco.
Me doy una ducha rápida y me visto en el baño; al salir, Genio está hojeando algunos números de Seventeen con una cara un poco de asco.
—Así que vas a ir a ver una película con Aaron esta noche, ¿no? Me imagino que eso significa que tengo que irme al parque —dice Genio antes de cerrar la revista y dejarla a un lado.
—Serán sólo unas horas —le aclaro—. Ni siquiera vamos a ir a cenar. Sólo vamos a ver una peli de miedo y tal.
—¡Pero si tú odias las películas de miedo! —exclama Genio. Lo dice con total naturalidad, como si hubiera leído en mis ojos que no quiero ir a ver una de asesinatos.
—Yo no odio las películas de miedo. Simplemente... no las veo —replico mientras abro y cierro cajones en el intento de encontrar un cepillo.
—¿Por qué te lleva a ver ese tipo de películas si a ti no te gustan? —pregunta Genio examinándome los ojos. Estoy segura de que sabe perfectamente que no soporto la sangre.
He de admitir que me estoy acostumbrado a que sepa lo que me pasa. A veces hasta es agradable ser capaz de explicar cualquier cosa con una simple mirada. Genio se levanta, coge un cepillo que hay debajo de un montón de camisas y me lo pasa. Me sonrojo y hago un gesto de agradecimiento antes de responder.
—No se trata de ir a ver una película, sino de hacer algo juntos. Por eso se queda, ¿sabes? Para abrazarse o lo que sea en un cine a oscuras.
—Sí —dice Genio, muerto de vergüenza—. Suena... genial. De verdad.
Me río.
—Está bien sentirse atractiva... ummm... y querida por los demás —digo, intentando tener tacto.
Genio pone una mueca.
—No me lo cuentes —dice mientras bajo las escaleras—. Nos vemos luego, ¿no?
—Sí. Bueno, a menos que tengas un superplan en el parque. —Sólo estoy bromeando; me resulta un poco violento que Genio se quede esperando a que lo llame, aunque he de reconocer que es agradable saber que siempre estará ahí cuando yo quiera. Me observa durante un rato y ve inquietud en mis ojos.
—No —contesta, sonriendo—. No tengo planes y ya sabes que es mi trabajo estar aquí cuando me necesites. No te preocupes.
Genio tenía razón. Odio las películas de miedo.
Incluso el póster donde tengo clavada la vista me asusta un poco. ¿Cuántas partes de Saw tienen que hacer hasta que la gente se harte de ver adolescentes torturadas? Tiemblo aunque no hace frío y miro con nostalgia el cartel de una comedia de Meg Ryan. —Tengo las entradas, guapa —dice Aaron detrás de mí.
Aparto la mirada del póster para ver que se dirige a la puerta de la sala con dos entradas naranjas en la mano. Aaron me pasa un brazo por encima y me acerca a él mientras entramos directos a la sala doce, sin parar a comprar nada para picar. Puede que sea mejor así, ya que no estoy segura de si podré comer regaliz mientras el ojo de alguien se derrite en la pantalla.
—Te va a gustar mucho —dice Aaron cuando encontramos un sitio hacia el fondo de la sala—. Bueno, no creo que salgas de aquí diciendo que odias las películas de terror.
—Lo dudo —mascullo, nerviosa.
Noto cómo me sube el color a las mejillas. ¿Qué clase de adolescente tiene miedo de estas películas?
Suspiro y me recuesto en la butaca cuando la sala se oscurece y los tráilers comienzan. Aaron levanta el apoyabrazos que hay entre nosotros y me besa la frente. Aún me parece cariñoso, a pesar de la destrucción inminente del ojo. Me obligo a pensar en cosas que me hagan feliz, como los besos en la frente. ¿Qué hay del hecho de que por una vez no estoy sola en el aula de dibujo, después de clase?¿Que he quedado con Aaron Moor, mi novio? Será mejor estar viendo una película de terror con alguien a quien le gusto que estar sola en casa. Bueno, sola no estaría. Desde que Genio apareció, lo de quedarme en casa ha resultado menos penoso. De todos modos, estoy en una cita. La escena de un ojo derritiéndose a cambio de tener vida social es un trato justo, ¿no?
Aaron desliza una mano por mi espalda y la deja caer sobre mi cadera cuando empieza la película que hemos ido a ver. Trato de no prestar demasiada atención, pues si le cojo cariño a la joven rubia protagonista, seguro que le espera una muerte horrible. Aaron me dedica una amplia sonrisa, luego sacude la cabeza al ver mi nerviosismo evidente y me acerca más a él. Giro la cabeza hacia su hombro y aprieto fuerte los ojos cuando se cargan en silencio a una de las actrices, y el resto del reparto decide dispersarse para buscar a su amiga perdida. Nota mental: Tengo que decirle a Lawrence y a Genio que si alguna vez me pierdo en una casa espeluznante, que no se molesten en buscarme.
—Cariño, te la estás perdiendo —me susurra Aaron.
—Bien —le contesto con un murmullo.
Aaron se ríe bajito y me aprieta contra él al menos es romántico estar acurrucada junto a Aaron... aunque mientras estemos así se oigan huesos rompiéndose por toda la sala. Me cuesta mucho no ponerme las manos en los oídos.
—Te da mucho miedo, ¿no?
Aaron se da cuenta de lo mal que lo estoy pasando.
—Ya te he dicho que soy una cagada —le susurro sin apartar mi cabeza de los pliegues de su camisa.
Aaron se ríe e inclina mi cabeza hacia la suya para besarme en la boca. Es un beso lento, intenso, y por un instante me preocupo de si nos está mirando el resto de gente que hay en el cine. No es que tuviera que avergonzarme por estar besando a Aaron Moor, pero aun así, hace que me sienta rara. Dejo de besarle y vuelvo a poner mi cabeza en su hombro.
Aaron se ríe bajito y vuelve a llevarme la cabeza hacia la suya, esta vez se inclina él hacia mí y me bloquea la vista de la pantalla. Trato de ignorar la sensación de que nos están mirando y le devuelvo el beso. Me aparto un poco para intentar hacerlo menos pasional, pero cuando Aaron se aprieta contra mí, yo cedo.
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Tres Deseos.
RomanceDesde que su novio terminó con ella, Viola ha pasado los días deseando en silencio volver a tener a alguien que la quiera y, lo más importante, volver a ser parte de algo. Hasta que un día, sin darse cuenta, llama a un genio de otro mundo, que se q...