Viola
Miro a Genio a los ojos cuando las palabras salen de su boca. Me mira diferente a como me mira Aaron. Es como si le diera igual mi color de pelo, la talla que uso, si estoy sana o enferma, si estoy gorda o flaca, o si me estoy muriendo, porque él siempre me miraría del mismo modo. La lluvia hace que su piel dorada parezca brillante y pulida, y parece menos humano que nunca. Se pone derecho y rompe el contacto visual conmigo para clavar la vista al cielo.
—En Caliban no llueve —dice mientras las gotas de lluvia le salpican el rostro.
Sigo su mirada hacia las nubes y luego me acuerdo de Ollie. Mis ojos se dirigen como una flecha hacia los arbustos donde estaba ella, sucia y llorando. Se ha ido. Una risa enérgica, color manzana, retumba en el jardín desde algún lugar de la casa. Miro adentro.
Ollie está sentada en la encimera de la cocina, enmarcada por las cortinas rosas de la ventana. Su pelo cae en unos rizos perfectamente despeinados, y sus dientes son blancos y relucientes. Su piel vuelve a tener ese color miel y cuando se da la vuelta, veo el tatuaje blanco de su espalda, más brillante que nunca. Los chicos la rodean y ella les sonríe, luego se baja de un salto de la encimera y desaparece de mi vista.
—Ha funcionado —digo en voz baja.
Genio aparta la mirada del cielo y unas gotitas de lluvia caen por sus mejillas como si fueran lágrimas.
—Sí —dice enseguida tras inhalar, con una voz demasiado despreocupada para ser cierto—. He ocultado que Aaron la dejó. La verdad es que no puedo borrar los recuerdos... La magia de los genios no es tan fuerte...
—Lo siento —le interrumpo, con la voz entrecortada.
—No pasa nada —contesta Genio con la vista clavada en la hierba mojada—. Es culpa mía.
Tiene la mandíbula tensa y parece dolido por la expresión de sus ojos. Le observo detenidamente a través de la lluvia cada vez más abundante y anhelo conocer sus deseos como él conoce los míos.
—¿A qué te refieres? —pregunto mientras busco su cara. «No es culpa tuya. Es culpa mía.» Genio se calla y se frota el rostro con la mano.
—Viola... Ollie era un modo de presionarte. Le pedí a otro genio que te obligara a pedir un deseo. Estaba confundido. Estaba celoso. No entendía nada, creía que tenía que volver a casa. Creía que necesitaba que tú pidieras un deseo.
Me tiembla el aliento en la garganta mientras el agua baja por mi pelo y sigue por mi espalda. ¿Qué es lo que me ha hecho?
—No lo entiendo —susurro.
Genio se muerde el labio y luego suelta una explicación: ifrit, presión, tiempo, deseos, Caliban. Las palabras se funden como el olor a alcohol y a tabaco que sale de la casa.
«Quería marcharse. Quería que yo deseara para que él pudiera marcharse.»
Al saberlo siento como si me clavaran un cuchillo. Me había dicho que le gustaba estar aquí. Creía que le gustaba estar conmigo. Creía que ya no quería irse. Me obligo a tragar saliva.
—Le pedí que no te hiciera daño, así que hizo que Ollie se sintiera mal por la ruptura con Aaron, para llegar hasta ti. Es culpa mía. Lo siento mucho, Viola —dice Genio en voz alta para que se le oiga por encima del ruido de la tormenta. Genio ha hecho esto. Y lo ha hecho a propósito. Me he quedado muda y apenas puedo ver; todo lo veo borroso y poco claro con la lluvia. Sólo distingo a Genio. Está respirando profundamente y me mira a los ojos mientras habla. Tiene la voz ronca y grave, y mueve los dedos como si quisiera tocarme. Me alejo un paso de él y cruzo los brazos sobre mi cintura. Un trueno retumba sobre nuestras cabezas.
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Tres Deseos.
RomansaDesde que su novio terminó con ella, Viola ha pasado los días deseando en silencio volver a tener a alguien que la quiera y, lo más importante, volver a ser parte de algo. Hasta que un día, sin darse cuenta, llama a un genio de otro mundo, que se q...