Prólogo.

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Serene veía con cariño a la castaña que iba de la mano del pelinegro. No podía evitar pensar que se parecía a su hija, quemada en la hoguera hace tantos años atrás.

La familia de un hechicero era fácil de reconocer a pesar del paso de los años, y sin duda ella se alegraba porque la única descendencia que le había quedado, o sea su hijo, hubiera formado una familia.

Serene sabía que eso iba a suceder, y también sabía lo que sucedería en solo un año más.

Miró a su lado cuanto escuchó a su compañero quejarse.

—La protección es mucho más cómoda que el mundo humano.

—He estado escondida por siglos, Hem. Es momento de salir, necesito ver mi entorno.

Hemes miró hacia el frente, hacia donde su amiga miraba hacía solo momentos.

El parecido entre ella y la chica riendo frente a ellos en el puente era innegable. Si Serene no hubiera tomado otra apariencia, cualquier persona que los viera pensaría inmediatamente que eran familia, quizá su hermana, porque sin duda, a pesar de los años que tenía la hechicera, nadie diría que es madre de toda una generación de humanos.

Serene suspiró y agarró la mano del otro hechicero.

—Es el momento de la actuación, Hem.

Justo cuando dijo las palabras, los fuegos artificiales señalaron el comienzo de un año nuevo.

La joven castaña reía en los brazos de su novio y Serene sintió el pesar dentro de ella. Se veía feliz, y le daba tristeza saber que aquello no duraría mucho tiempo más.

Bajo la apariencia de otra persona, abrazó a la joven que sería de su familia, descendencia de su hijo y protagonista de sus profecías.

—¡Feliz año nuevo! —dijo la hechicera separándose del cuerpo de la chica. La miró a los ojos, encontrando ese azul oscuro que predominaba siempre en su sangre. Sonrió y sin necesitar alargar mucho más ese encuentro, se giró para abrazar al pelinegro.

Solo tuvo que levantar un segundo la mirada para ver al pelirrojo acechando a los jóvenes, y esa solo fue la confirmación de que pronto, su profecía, comenzaría a gestionarse.

Hem la agarró de la mano, como si fueran otra pareja más que estaba en aquel puente. Como si la hechicera no siguiera cada paso que daba la joven o como si no supiera lo que pronto sucedería.

La profecía necesitaba de corazones rotos para poder tener el desenlace que ella necesitaba. Le dolía que fuera el de su familia, pero era el precio que tenía que pagar por haber creado a una raza que no debería estar en la tierra.

Lunas escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora