La ciudad en la que vivía América era mucho más grande que la nuestra, así que pude entretenerme en casa segundo con alguna cosa nueva, pero la ausencia de Alan me pesaba cada día más.
Justo pensaba en él mientras estaba en un asado con la familia de Aaron, su novia, Charlotte, América y Maxon, quien también vendría siendo de la familia de mi amigo, pero debía resaltarlo por ser parte de mi familia también.
Reía por algo que había dicho Charlotte cuando comencé a sentirme... extraña. Mis emociones se entremezclaron con otras.
—Abril —llamó Charlotte, sosteniendo mi brazo. Supe de la mirada de los demás, pero al parecer Lotty notó algo que yo no podía porque sus ojos se abrieron y tironeó de mí hasta que me tuvo de espaldas a los demás—. Tus ojos se están poniendo dorados, Abril. Estás sintiendo a Alan ¿no es así? —Solo logré asentir, antes de que mi mente fuera consumida por otra.
Alan tenía frente a sí unos libros, pero se sentía frustrado. Sabía lo que estaba pensando: Esos libros, de aspecto antiguo y raído, no le estaban dando la información que buscaba. Estaban, de alguna manera, protegidos por él.
Se levantó cuando escuchó unos golpecitos en la puerta. Esperaba a Axel, así que se sorprendió cuando una mujer apareció en su campo de visión.
Yo también me sorprendí, pero, más que por ver a una mujer entrar sin ser comunicada a él, me sorprendí por el rostro que veía. Sus rasgos eran muy similares a los de mi madre, sus ojos tan azules como los míos, igual de oscuros, con la única diferencia que las motitas eléctricas que apenas se veían en los míos, en los suyos parecían haberse amplificado y parecían danzar dentro de su iris.
Alan se sobrecogió, y hasta yo lo hice, por sentir la fuerte presencia de la mujer.
—Siempre pensé que Abril resultaría con un chico más listo... —bromeó la desconocida, entrando al apartamento como si fuera su casa, moviendo la falda de su vaporoso vestido. Su caminar lo reconocí de inmediato y no necesariamente por su vestido. Era la mujer que no había podido ver en mi sueño, en aquel que me reveló la marca y su relación con la pareja licántropa, también la mujer que Mag se estaba llevando en ese recuerdo que implantaron en mi mente. Ella era Serene—. La historia de un hechicero comienza a escribirse desde el momento en que muere —dijo, sorprendiéndonos tanto a Alan como a mí. Su voz era... maravillosa, con un acento que no reconocía y parecía que a cada palabra que soltaba un pequeño canto emanaba de ella, como si alguien le hiciera un pequeño coro—. Trae a Abril devuelta, lo único que haces teniéndola lejos es malgastando tiempo.
Por alguna razón a Alan se le puso un nudo en la garganta.
—Es quiere decir que Abril sí morirá. —Mi corazón se encogió por sus palabras. ¿Quién le había dicho eso? ¿Por qué lo pensaba?
Serene lo miró, impasible.
—Si te lo digo, la profecía cambiaría. Sabes la regla de las profecías: los involucrados no pueden saber lo que sucederá —dijo, acercándose para tocar mi mejilla—. Eres como mi hijo, Alan, y Abril es mi sangre, pero, aunque soy la creadora de esa profecía, no puedo decirles lo que sucederá sin atenerme a las consecuencias. Por eso estoy aquí. Los guardianes y los licántropos tienen mi magia en sus cuerpos y necesito que estén conmigo en esta guerra. Debes concentrarte en eso, no es buscar mantener a Abril a salvo.
La ira en Alan se encendió con sus palabras. Se alejó de golpe, pero ella no pareció sorprendida por su acción.
—Si tu magia está en nosotros debes entender que dentro de mí prima salvar a Abril de cualquier peligro. Sabes que nuestras parejas son lo más importante para nosotros, no puedes pedirme que pelee por ti sin preocuparme por Abril.
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Lunas escarlata
Hombres LoboSegundo libro de la saga Cantos a la luna. Es necesario leer cualquiera de los dos anteriores libros para entender. Todos los derechos reservados.