Capítulo 36

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No nos importó mojar la cama. Alan solo me puso sobre el colchón para posicionarse sobre mí. No dejó que lo tocara cuando intenté halar de su cabello luego de sentirme en la suave superficie.

Tomé una respiración profunda, cuando tomó mis muñecas con una sola mano, manteniéndolas inmóviles sobre mi cabeza. Me miró mientras besaba mi pecho, bajando hacia mi vientre.

—Era una promesa que tenía conmigo mismo, Abril.

Casi no podía hablar. Iban a ser como dos meses sin haber tenido esa clase de contacto, y lo había esperado tanto y deseado tanto, que solo podía concentrarme en los ojos ambarinos de Alan, mirándome desde abajo, esperando una respuesta mientras sus besos llegaban a mi ombligo. Mi respiración era un desastre, mi boca estaba seca y los pensamientos se deslizaban por mi mente como mantequilla.

—Te felicito por tu autocontrol y agradezco que quisieras tomar en cuenta mis deseos sin consultarme, pero esto es lo que quiero, así que no me disculparé por hacerte romper una promesa contigo mismo a la cual no le estabas sacando ningún provecho.

Entrecerró los ojos, divertido. Me quejé cuando su boca se separó de mi cuerpo y se puso a la misma altura de mis ojos.

—Le estaba sacando provecho: ver cómo te desesperabas era divertido. —No dije nada, porque sus caricias se habían reanudado, solo que, en ese momento, con su mano libre. Sonrió cuando intenté sacar mis manos de su agarre para luego bajar su rostro y besarme—. No creas que tu osada actitud no traerá repercusiones. —Jadeé, sorprendida, pero no podía decir que no me estaba gustando el jueguito que Alan estaba proponiendo.

—¿Entonces no me dejarás tener participación en este momento? —Negó, mordisqueando sin hacerme daño el contorno de uno de mis pechos.

—No, no dejaré que la tengas. No te preocupes, te daré lo que quieres, pero ahora estoy muy molesto contigo por lo que solo me dedicaré a degustar tu cuerpo.

Mis labios se entreabrieron. No sabía si sentirme divertida, indignada, molesta o feliz. De un momento a otro el vínculo entre él y yo se abrió, dejándome sentir, al menos emocionalmente, lo que él sentía. Supongo que sucedió lo mismo con él porque su mirada se alzó hacia mí antes de que soltara una carcajada, pero sin dejar mi cuerpo libre.

—¿Te está gustando esto? —preguntó, conocedor de que era así. Volvió a mí, pero en vez de besarme comenzó a tentarme acercando sus labios a los míos sin permitirme besarle—. ¿Desde cuándo tengo una novia tan apasionada? —Reí, haciéndolo reír también. Su mirada se dulcificó, pero, contrario a lo que pensé que iba a hacer, o sea besarme, dejó que su mano llegara al punto más sensible en mí.

Suspiré, olvidándome de la conversación que teníamos, y de que el lazo estaba abierto, al menos en lo emocional. No sabía qué era mejor, si las caricias de Alan en mi cuerpo y sus besos, o el sentir su amor por mí dentro de mí misma.

A pesar de los conflictos y discusiones que tuviéramos, sentía que Alan me complementaba. Sabía dónde tocarme, cómo calmarme, cómo tratarme.

Aunque me estaba llevando el límite con sus caricias, besó mi mejilla con la mayor calma, como si no pudiera sentir en mi pierna sus ganas de estar conmigo.

—Te amo, preciosa —dijo en cuanto notó que mi cuerpo se deshacía por sus caricias. Solo ahí soltó mis manos, pero lo hizo no para darme una mayor libertad para tocar, sino para cambiar mi posición. Me dejé hacer, porque seguía en la nube a la que me había subido segundos atrás.

No me quejaba de que Alan me hiciera el amor así.

Acostada sobre su pecho, aun intentando recuperar la respiración, lo observé. Él me devolvió la mirada, con sus mejillas rojas por el calor y sus labios aun un poco hinchados. Nos reímos al mismo tiempo, cómplices. Subí mi cuerpo sobre el suyo, cuidando de que la manta, húmeda, no se corriera de mi cuerpo.

Lunas escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora