Capítulo 34.

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Unos susurros me despertaron, pero estaba muy cómoda siendo abrazada por unos brazos fuertes que conocía muy bien, para mi fortuna. No abrí mis ojos ni me moví, no di indicio de que estaba despierta porque la conversación que estaban teniendo Alan y su madre me incumbía.

Di gracias al cielo por despertar acurrucada contra el pecho de Alan, así se me haría más fácil fingir que seguía dormida.

—... ambos lo hacen. No puedes echarle la culpa solo a ella cuando los únicos que la tienen son los vampiros. Pero si su relación se daña el único con culpa ahí serías tú. ¿Qué acaso estás loco para decir que no estarás con ella? Se pueden buscar maneras de alejarse, pero ninguno podrá vivir bien si están alejados el uno del otro. Ella es humana, Alan, cree que el primero no será el único y no puede entender nuestro mundo como nosotros mismos lo hacemos. No quisiera imaginar la tristeza que sentía al pensar que no era tu pareja, o la frustración por ver que todos tenían un lazo, menos ustedes. ¡Tenía miedo! ¿Y qué es lo que se suele hacer cuando se tiene miedo? ¡Se huye, Alan! Hace más de un año lo hiciste tú cuando sentiste miedo de que Kirian le hiciera daño. Y todos hacemos lo mismo, así que no puedes culparla si quería evitarse un daño más grande al ver como actuabas, con intención o no.

—Mamá, lo que me enoja no es lo que sucedió. Podría dar mi vida por Abril si hiciera falta. Lo que me da... ira es que no me tuvo la suficiente confianza o no me conoce tanto como decía. Lo que sucedió me da a entender que el amor que dice tenerme no es lo suficientemente grande, y no...

—Alan, tú no la viste las últimas semanas, siempre a tu lado. Solo salía de aquí para ir a sus clases y dormir, aunque en algunas ocasiones se quedaba dormida en el sofá. No puedes decir que su amor no es lo suficiente grande cuando se arriesgó a que le sucediera algo solo por asegurarse de que estabas bien y ayudó a curar tus heridas. Estoy segura que si hubiera podido, te habría quitado todas las heridas de encima para sufrirlo ella... Y sigue aquí, luego de que le dijeras cosas no tan apropiadas, si eso no significa que te quite, entonces no sé cómo esperas que te demuestre su amor.

—¿Confiando en mí, tal vez? Ella misma lo dice: la base de una relación es la confianza.

—La base de una relación es el cariño y las ganas. Y sé que hay cariño, porque de otra no la estarías abrazando como si se te fuera a ir al despertar y ella, si no te tuviera cariño, se habría ido ayer mismo y no te hubiera hablado más. Tu padre y yo criamos a un chico tierno, fuerte, sincero, amoroso y, sobre todo, criamos a un hombre, así que, como hombre, escucha a tu mujer y solucionen las cosas. No es propio de ti dejarte dominar por el orgullo, a menos de que ya no la ames, si es así...

—Yo amo a Abril, mamá —interrumpió a su madre—, la amo más que a cualquier cosa o persona, pero duele lo que sucedió. Me siento traicionado, dolido y desilusionado.

—De eso se tratan muchas cosas de la vida, Alan. Tu padre y yo hemos pasado por mucho, no nos divorciamos una vez por diversión. No dejes que eso también se meta en su relación porque si lo haces entonces perderás a lo que más has amado en tu vida, y no vas a querer eso.

Como si pensara en eso, su abrazo se hizo más fuerte. Me removí sin planearlo.

—Ayer no dije las mejores palabras, no sé si ella querrá intentarlo.

—¿Tú quieres intentarlo? —Demoró en responder, por lo que su mamá agregó—: No será fácil llegar a una estabilidad, pero se puede lograr.

—Quiero hacerlo, pero ella...

—Ella también quiere hacerlo. —Sentí su cuerpo tensionarse al escuchar mi voz. Lo abracé de regreso acariciando su espalda para que se relajara un poco.

Lunas escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora