Sentada con mi hermana mientras veíamos una película y tomábamos un té me sentó bien. Gracias a su universidad y la lejanía no tenía muchos de esos momentos con ella, y justo en ese instante lo necesitaba.
También quería a mi madre, pero, por lo que me dijo América, ella y mi padre todavía demorarían unos días en llegar.
—¿Estás segura de que te encuentras mejor? —La pregunta de América me hizo parpadear para salir de mi burbuja, pero asentí.
—Estoy cansada, últimamente me canso mucho y muy rápido. —Ella me miró con sospecha.
—Deberías descansar. Quizá lo que te tiene así es el estrés de tu rompimiento con Alan, o tienes otros síntomas. —Suspiré, regándome por el sofá en una posición más cómoda. Giré la cabeza para mirarla, sentada con sus piernas recogidas a mi lado, la taza de té entre sus manos y rodillas. No me miró, se concentró en su taza y en soplar el contenido que ya debería estar tibio.
—¿Por qué lo preguntas? —Sus ojos me enfocaron. Conocía muy bien a América para saber que me ocultaría algo en cuanto abriera la boca.
—De pequeña tenías principios de anemia. Me preocupa que te hayas descuidado y ahora tengas tus niveles bajos de nuevo.
Pensé en ello, torciendo los labios.
—Bueno, ahora que lo pienso sí: he estado mareada muchas veces, algunas de ellas con nauseas, y también he tenido mucho dolor de cabeza, pero creo que solo es por la situación. No he descuidado mis dietas, no te preocupes.
Ella solo se quedó mirándome mientras yo, aun con la boca cerrada, comencé a ahogarme con el nulo aire que me entraba.
Fue algo extraño, pero de un momento a otro mi respiración se atascó para reanudarse de una forma extraña que me dejó tosiendo para recuperarlo. Gracias a eso pude ver que me móvil estaba vibrando, mostrando la foto de Axel en la pantalla. Le hice señas a América para que me diera un segundo para seguir con la conversación. Asintió, tomó las tazas y se fue a llevarlas mientras yo hablaba.
Seguí tosiendo, intentando calmarme para poder hablar bien. Lo hice, aunque por poco se pierde la llamada.
—¿Hola? —saludé, sintiendo cómo mi garganta dolía por todo el esfuerzo.
—Abril, hola...
—Sí, hola —dije extrañada por tu tono—. ¿Todo bien?
—La verdad no... ¿Sabes algo de Kiona?
—No, ¿ya la llamaste a ella? ¿Las cosas entre ustedes mejoraron? —Su suspiro pegó de lleno en la bocina, por lo que me llegó el sonido de su aliento en el micrófono.
—No. Cuando creí que había comprendido que estaría lejos de ella volvió a sacar el tema y volvimos a pelear. Llegué hace un día y la vi solo cuando fue a recogerme al aeropuerto, de resto no quiere hablar conmigo, y me contesta cada poco, pero hoy... No me contestado en todo el día, y tengo un mal presentimiento.
—Pero tú sientes lo que ella siente, ¿no?
—¡Sí, pero aun así siento algo dentro de mí! Estoy desesperado por encontrar, fui a su apartamento y no está, Rich y Lili han estado muy ocupados recuperando el tiempo como para saber dónde está su hija y nadie sabe de ella desde ayer.
—¿Y Alan? —pregunté, con una mala sensación posándose también en mi estómago.
—No contesta su teléfono... Aguarda: ¿Tú no estás con Alan?
—No, pero es algo de lo que no quiero hablar ahora, por lo que te pido que no saques a colación el tema —supliqué, viendo como mi hermana volvía y se sentaba a mi lado.
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Lunas escarlata
Hombres LoboSegundo libro de la saga Cantos a la luna. Es necesario leer cualquiera de los dos anteriores libros para entender. Todos los derechos reservados.