Capítulo 16.

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Braham me citó en un café en las afueras de la ciudad, cerca de mi casa, se podría decir. Era tarde, acabando de comenzar la noche porque él, al parecer, tenía cosas que hacer en la tarde.

Llegué con el corazón en la mano, pensando lo peor debido a las circunstancias.

¿Dónde estaba Alan? ¿Estaba bien?

La campanilla de la cafetería sonó en cuanto entré. Había pocas personas, pero divisé a Braham en una de las mesas.

No entendí por qué me había citado en un café cuando él no podía beber nada, pero no me importó en ese instante. Solo necesitaba saber que la pelea de la noche anterior no se había salido de sus manos y había pasado algo malo.

—¿Qué le hiciste a Alan?

—Wow, sigues preocupándote por el chico que te rompió el corazón más que por el que te ha estado consolando. —Su respuesta me hizo encajar la mandíbula. Me senté de golpe, sin dejar que mis ojos abandonaran los suyos ni un nanosegundo. Él se inclinó en la mesa para verme mejor—. Las malas noticias son las primeras en llegar, gatita, si lo hubiera matado ya lo sabrías.

—¿Por qué intentaste hacer parecer que nada había sucedido?

—No lo hice.

—Ah, ¿no? ¿Cómo explicas entonces que estuviera exactamente igual a como estaba antes de que me recogieras?

—Tú misma te pusiste así. ¿Piensas que también cambié tu ropa, te di de comer y te puse bonita para dormir?

—Si lo hubiera hecho yo misma lo recordaría. —Él apoyó su espalda en la silla con desinterés, mirándose las uñas con fingida concentración, pero luego sus ojos volvieron a los míos, serios.

—No recuerdas qué haces cuando estás bajo la influencia de un vampiro, gatita.

Fruncí el ceño, con un mal presentimiento en la boca del estómago.

—No puedes meterte en mi mente, Braham.

Alzó una ceja, inclinándose hacia mí en la mesa. Sus ojos se volvieron un tono más rojo y de pronto detonó un dolor agudo en mi cabeza que me hizo soltar un chillido por lo bajo y poner mis manos en ella para intentar mitigar el dolor.

Así como llegó, el dolor se fue de un momento a otro, pero mi mirada se veía borrosa.

—Por si no te diste cuenta, cuando te dije que tu ex era una buena persona por haberte dado un collar de protección lo dije con ironía. Tu collar está desactivo, gatita, siempre has estado a merced de cualquier vampiro.

Sus palabras me dejaron en shock. No me creía que Alan nunca me hubiera mencionado que el collar no estaba funcionando, pero lo que me dio más pavor, era que siempre, después de lo de Kirian, había estado desprotegida ante amenazas.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, sin embargo, en esa ocasión no fue por el dolor de cabeza que me había causado Braham, sino porque me sentí, de nuevo, traicionada.

—Oh, pequeña gata, lamento ser el que te da malas noticias.

Aparté la mirada de él, sintiendo mi labio temblar y sin poderlo evitar derramé una lágrima que me apuré en limpiar.

—¿Cuántas veces has estado en mi cabeza?

—Las suficientes para saber qué hay en ella. Tranquila, que no te he hecho olvidar nada, ni hacer nada grave. Ya ves: puedes confiar más en un vampiro que en un licántropo, increíble ¿No?

Limpié mis lágrimas, con una frase suya resonando en mi cabeza.

Cada golpe que Alan me asestaba dolía más que el anterior. Cada pensamiento y cada recuerdo que tenía de él me destrozaba por dentro, y quería superarlo.

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