Parte 15 Capitulo Dos

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Pero el ruido que la princesa produjo fue oído por la persona que se encontraba abajo, la cual dejó de cantar.

-¿Hay alguien ahí abajo? -preguntó la princesa-. Si lo hay, que hable.

-Sí -respondió una voz desconocida.

-¿Quién es?

-Un forastero.

-¿Qué forastero? ¿Cómo has llegado a hora tan inusual, cuando todas las puertas del castillo están cerradas?

-No estoy aquí por mi voluntad -contestó la voz-, pero excusadme, señora, si he perturbado vuestro descanso: ignoraba que alguien me oía. Dormid y perdonadme. He abandonado un lecho incómodo y he venido a pasar las horas tediosas contemplando la hermosa proximidad de la mañana, impaciente por abandonar este castillo.

-Tus palabras y tu tono -observó Matilda- revelan melancolía: si eres desdichado, te compadezco. Si te aflige la pobreza, házmelo saber: te encomendaré a la princesa, cuya benéfica alma siempre se desvive por los afligidos, y te socorrerá.

-Por supuesto que soy desdichado -reconoció el extraño- y no sé lo que es la riqueza, pero no me quejo de la suerte que me ha deparado el cielo: soy joven y estoy sano, y no me avergüenzo de ganarme el sustento. Pero no me creáis orgulloso ni penséis que desdeño vuestros generosos ofrecimientos. Os recordaré en mis oraciones, y rezaré porque se derramen bendiciones sobre vuestra gracia y sobre vuestra noble señora. Si suspiro es por otros, no por mí.

-Ya sé de quién se trata, señora -susurró Bianca a la princesa-. Con seguridad es el joven campesino, ¡y a fe mía que está enamorado! ¡Qué encantadora aventura! Interroguémosle, señora. Él no os conoce, y os toma por una de las doncellas de mi señora Hippolita.

-¿No te da vergüenza, Bianca? -le recriminó la princesa-. ¿Qué derecho tenemos a penetrar en los secretos del corazón de este joven? Parece virtuoso y franco, y nos dice que es desdichado: ¿te conceden esas circunstancias algún ascendiente sobre él? ¿Somos merecedoras de su confianza?

-¡Dios mío, señora, que poco sabéis del amor! Los enamorados no experimentan placer mayor que hablar de sus amadas.

-¿Y quieres convertirme en la confidente de un campesino?

-Bueno, pues dejadme hablarle a mí -dijo Bianca-. Aunque tengo el honor de ser dama de vuestra alteza, no siempre he ocupado una posición tan elevada. Además, si el amor nivela los rangos, también los levanta. Siento respeto por cualquier joven enamorado.

-¡Calla, boba! Aunque ha dicho que era desdichado, de ello no hay que deducir que esté enamorado. Piensa en todo lo que ha ocurrido hoy, y dime si no hay otros infortunios que los causados por el amor.

"Forastero -añadió la princesa-, si el culpable de tus desgracias no eres tú, y el remedio entra en las posibilidades de la princesa Hippolita, me comprometo en su nombre a protegerte. Cuando abandones este castillo, busca al padre Jerónimo, un santo, en el convento junto a la iglesia de San Nicolás, y cuéntale tu historia hasta donde creas conveniente. Él no dejará de informar a la princesa, que es como una madre para todos los que precisan su ayuda. Y ahora adiós: no ¡es apropiado para mí continuar una conversación con un hombre a hora tan desusada.


El Castillo De OtrantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora