Parte 3 Capitulo Uno

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El horror de aquel espectáculo, la ignorancia de los circunstantes sobre cómo había acaecido la desgracia y, ante todo, el tremendo fenómeno que tenía ante él, dejaron al príncipe sin habla. Su silencio se prolongó más de lo que cabría atribuir al dolor. Fijó sus ojos en lo que en vano hubiera querido que fuese una visión, y pareció menos afectado por su pérdida que sumido en la meditación a propósito del insólito objeto que la ocasionara. Tocó y examinó el yelmo fatal, pero ni siquiera los restos sangrientos y despedazados del joven príncipe consiguieron que Manfredo apartara los ojos del portento que tenía ante sí. Quienes sabían de su gran afecto por el joven Conrado, estaban tan sorprendidos por la insensibilidad de su príncipe como por el milagro del yelmo. Trasladaron el desfigurado cadáver al salón sin haber recibido orden alguna de Manfredo. Éste tampoco dedicó la menor atención a las damas que permanecían en la capilla, y no mencionó a su esposa ni a su hija, aquellas desdichadas princesas. En cambio, los primeros sonidos que salieron de labios de Manfredo fueron:

-Cuidad de la señora Isabella.


El Castillo De OtrantoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora