Si se distraía, la mano se movía sola.
Puede que siguiera sus pensamientos ocultos. Puede que Eleanor se hubiese transportado a una dimensión paralela y hubiera perdido el control de sus propias acciones.
Cerro el cuaderno de bocetos, sin llegar a borrar el retrato que acababa de pintar y que le provocaba nauseas al mirarlo, y volvió a meterlo en la mochila. Cherly llevaba un rato parloteando pero ella llevaba un rato sin escucharla, y de repente se sintió culpable.
Trató de prestarle atención, pero su mirada siempre acaba en aquel el sitio vació que una vez fuera suyo. Kyle había vuelto a faltar. El día de antes le había dado plantón y hoy no había ido a clase: estaba visto que no tenía ninguna intención de disculparse.
—Puede que le haya sucedido algo —pensó en voz alta.
Cherly cerró la boca y la miró.
—Pero ¿De quién estás hablando? No me estás escuchando.
—Perdona —respondió Eleanor—. Últimamente no me siento muy bien.
Cherly suspiró y a continuación se colocó un mechón de pelo detrás de la oreja.
—No es asunto mío —comentó con un tono que sugería lo contrario—, pero si quieres mi consejo, pasa de él.
—Ahora eres tú la que habla a la ligera —replicó Eleanor, esbozando una sonrisa.
—Pero si se te nota a la legua —insistió la otra chica, con un destello de malicia en los ojos.
Eleanor parpadeó, perpleja. Quizás la clave de aquella extraña afirmación estaba en el monólogo que acababa de perderse.
—Te gusta ése.
—No me gusta nadie —replicó Eleanor con rapidez. Sabía a quién se refería Cherly, pero no era verdad. Tan sólo estaba enfadada porque la había dejado sola en mitad de la ciudad vieja.
—Circulan rumores extraños sobre él —continuó la amiga, sin darse por enterada. Se le notaba en la cara que tenía ganas de cotillear—. De hecho, también los hay sobre ti, si te interesa saberlo.
—¿Serviría de algo si me negara? —preguntó Eleanor con un suspiro.
—No.
¿Qué dirían de ella por ahí? ¿Se habrían enterado de su historia? ¿Y cómo lo habrían hecho? Seguro que para recabar información no era problema para aquella gente, así que era probable que lo supieran.
En ese momento alguien llamó a la puerta. Kyle Harries entró en clase con un justificante de entrada a segunda hora que la profesora firmó, echándole una mirada de reproche evidente.
Mientras atravesaba el aula en dirección a su sitio, los ojos de Kyle se encontraron con los de Eleanor, que fingió no haberlo visto y continúo con la cabeza vuelta en dirección a la pizarra. Sentía sus ojos encima.
—¿Lo ves? —le susurró Cherly con una sonrisita—. Te has puesto colorada.
Ella no respondió. Durante la hora siguiente, mientras corría por el gimnasio junto con el resto de sus compañeras, notó que Kyle no estaba con los demás chicos, entretenidos tirando a canasta.
Abandonó la fila en la que se encontraba y pidió permiso a la profesora para ir al baño.
En lugar de eso, corrió a la planta de arriba y entró en clase, debería de haber estado vacía aunque probablemente no lo estuviera.
Cuando vio a Kyle sentado en su pupitre, con su cuaderno de bocetos en la mano, absorto en los dibujos que ella había hecho durante los últimos días, le entraron ganas de gritar.