Capitulo 9

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 En urgencias le pusieron dos puntos. Tenía la herida algo más arriba de la nuca, le había faltado poco para que se golpeara en un punto mortal. También tenía mal la mano derecha, se había cortado apretando las llaves con demasiada fuerza y habían tenido que desinfectarla y vendarla.

 —Es una suerte que sea zurda —comentó Eleanor  con un suspiro, pensando en sus dibujos.  

—Te haremos también una radiografía. Ahora vuelvo —anunció la doctora, y la dejó sola en la habitación. Fue entonces cuando Kyle se aventuró a entrar, había esperado fuera recorriendo el pasillo arriba y abajo.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó.

—¿Dónde está la Vespa?

—No te preocupes —le aseguró—. Nadie se atreverá a quitártela nunca más.

Eleanor  ignoró el tono seguro con el que había afirmado una cosa imposible, y pensó que sería hermoso creerle.

Habían venido en el cupé de Kyle. Ella no había abierto los ojos en todo el trayecto. Luego le había pedido que se detuviera y había vomitado en el arcén de la carretera. Se había echado a llorar cuando vio unas manchas de sangre en la sudadera, y Kyle no había sabido qué decirle. Pensó que estaba conmocionada por el atraco y por el shock, por lo que se había limitado a trasladarla a urgencias lo más rápido posible, sosteniéndola entre sus brazos, pues no parecía capaz de tenerse en pie.

 Ahora tenía la camiseta gris llena de manchas color rojizo, de cuando Eleanor se había aferrado a él con la mano herida.

—Gracias. Has estado genial —le dijo ella.

—Pues hace un rato me has llamado tonto, imbécil gilipollas y…—replicó él con una sonrisa.

—Es lo que eres. Era la segunda vez que me dejabas sola en ese sitio.

—Pero te he salvado —apuntó Kyle.

—Todavía no entiendo cómo lo has hecho.

—Es normal, te habías desmayado. 

Eleanor le dirigió una mirada escéptica.

—¿Por qué estabas allí? ¿Me estabas siguiendo?

—No. Había vuelto sobre mis pasos —respondió él, a la vez que se sentaba en el borde de la cama. Tenía una expresión tensa y cansada que lo aventajaba.

—¿Y por qué?

—Esto parece un interrogatorio —dijo Kyle, pasándose la mano por el pelo oscuro y ondulado—. Me ponen de nervios los interrogatorios.

—A mí también. Pero tengo derecho a saberlo. Estoy herida, podría morir de un momento al otro —replicó Eleanor con ironía—. Me llevaré tu secreto a la tumba.

Él no se rió.

—No bromees sobre la muerte.

—No estoy de broma. ¿Por qué volviste? —preguntó ella. Le dolía la cabeza, pero tenía muy claro el recuerdo de la voz de Kyle que intervenía en aquella escena horrible y ahuyentaba a los ladrones como por arte de magia.

—En lugar de atormentarme, deberías descansar y esperar a que la doctora vuelva con la radiografía —dijo él, tratando de utilizar un tono protector—. Y la próxima vez, cuando un macarra te ordene algo, tú obedece y ya está, ¿vale?

—Tú no has obedecido a los macarras, los has ahuyentado —observó Eleanor.

—Te equivocas. El mérito es todo tuyo. Cuando han visto esas botas horrendas que llevas, no les ha quedado más remedio que salir pitando —bromeó Kyle,  haciéndola reír. Ella notó que los puntos de la cabeza le tiraban y se puso seria.

Die TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora