—Esta noche estás muy callada.
Eleanor levantó la mirada del dibujo que estaba terminando, sentada en el sofá. Su padre se afanaba en la cocina con su amigo el comisario, guisando y discutiendo como de costumbre.
Gordon, frente a ella, con las manos en los bolsillos y una gran sonrisa, esperaba una respuesta. Una conversación. Pero a Eleanor no le apetecía hablar. Estaba a punto de decírselo claramente, cuando él añadió:
—Estoy saliendo con Cherly.
Ella asintió, esperando que continuase. Se preguntó si no estaría intentando ponerla celosa, pero su tono era tranquilo.
—Es una chica muy sensible. Y me resulta increíble que esté siempre tan alegre, a pesar de todo.
—Sí, desde luego es una chica alegre —replicó ella, mientras volvía a su dibujo. Gordon se decidió a dejarla en paz y se marchó a la cocina a preguntar si podía echar una mano.
Durante la cena, media hora más tarde, Eleanor escuchaba a duras penas la conversación de los dos adultos. En su cabeza seguía repasando los momentos preciosos pasados con Kyle, y le emocionaba el recuerdo de su boca, de su cuerpo. No era capaz de pensar en otra cosa. Todavía no podía creerse la desenvoltura con la que se había desnudado frente a él, como si fuese algo natural, ella, que siempre había necesitado que la ropa la protegiese, incluso en la playa.
—¿Qué tal te va en el instituto? Me imagino que ya te habrás acostumbrado.
El comisario Leone la tenía tomada con ella. Le sonrió con educación y asintió.
—Sí, me encuentro muy bien.
—Y los exámenes, ¿te preocupan? Gordon no habla de otra cosa y faltan meses todavía —dijo él, a la vez que cortaba una tajada de rosbif que tenía pinta estar a medio cocinar.
—Salvo por el examen de Arquitectura, no estoy demasiado nerviosa.
Leone levantó la mirada del plato.
—¿Estás haciendo el bachillerato artístico? George, no me lo habías dicho.
Eleanor miró a su padre con cara de interrogación. A su lado, Gordon continuó comiendo en silencio, como si la conversación no fuera con él.
—El chico tras el que vamos frecuenta ese instituto. Se mudó este año de dónde ya sabes —añadió el comisario con un gesto revelador. El juez asintió y se volvió hacia Eleanor.
—¿Conoces a un tal Kyle Harries?
Ella vaciló y buscó una forma de ocultar el miedo que se había desatado en su interior. No podía mentir, una pequeña comprobación habría bastado para descubrir que estaban en la misma clase. Trató de poner una cara inexpresiva, a pesar de que había sido horrible escuchar el nombre de Kyle en boca de su padre.
—Sí, está en mi clase. Un tipo solitario, ¿por qué?
Eleanor rezó para que Gordon no dijese nada. No parecía tener intención de hacerlo, estaba callado y masticando, con aire sombrío.
—Todavía no estamos seguros, pero podría tratarse del enlace que andamos buscando por un feo asunto de residuos —explicó el juez preocupado—. ¿Tienes algo que ver con él? ¿Alguna vez le has hablado?
—Hemos hecho un trabajo juntos. Pero es una persona desagradable y le he pedido a la profesora que me busque otro compañero —respondió ella. Era una verdad a medias, si lo hubiese negado con demasiada convicción, podrían haber sospechado.
—Bueno, pues te aconsejo que te mantengas alejada de él —intervino el comisario, que había vuelto a concentrarse en su plato—. Ese tipo es peligroso y ya tiene antecedentes penales.