[29.] Aparatos de tortura. Parte III.

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Si eres sensible a descripciones sangrientas, dolorosas y con alto contenido de sangre y macabro lenguaje te aconsejo que no sigas leyendo... o quizás sí.

Tercera parte de: Aparatos de tortura.



La horquilla del hereje

Se colocaba un aro de metal en el cuello del supuesto hereje con una barra cuyo extremo terminaba en cuatro pinchos. Al apretarse el colgante los pinchos se clavaban fuertemente en la barbilla impidiendo así poder articular palabra alguna.

Solía utilizarse la noche antes de la ejecución del individuo para aumentar su agonía.


El aplastacabezas

Instrumento de tortura aplicado en la edad media destinado a reventar los huesos del cráneo. La barbilla de la víctima se colocaba en la barra inferior y el casquete era empujado hacia abajo por el tornillo. De esta forma primero se destrozan los alvéolos dentarios, después las mandíbulas y, por último, el cerebro se escurría por la cavidad de los ojos y entre los fragmentos del cráneo.


La cuna de Judas

Método de tortura usado generalmente para confesiones. El prisionero es levantado y, una vez era elevado, se le soltaba de golpe para que cayese sobre la pirámide de madera, con punta de acero, provocando heridas en los testículos, la cavidad anal o vaginal.


Desmembrado por caballos

Se ataba una cuerda a cada extremidad del prisionero y a su vez el otro extremo de la cuerda a un caballo. En un momento determinado se fustigaba a los cuatro caballos para que tiraran con fuerza de la cuerda arrancando literalmente las extremidades del torturado.


La gota china

Era un método de tortura psicológica que consistía en inmovilizar a un reo en forma horizontal boca arriba dejándole caer cada 5 segundos sobre su frente una gota de agua fría. Tras varias horas le provocaban daño físico en la piel, aunque la verdadera tortura para la víctima era la locura que le provocaba no poder dormir ni beber, al poco tiempo moría de un paro cardíaco.


El cinturón de San Erasmo

Consiste en un collar, cinturón o brazalete provisto de pinchos en la cara interior y que se le pone al reo. Con cada pequeño movimiento (incluso la respiración) el collar araña y hiere la carne. El proceso de tortura es progresivo: en primer lugar, un dolor lacerante. Posteriormente se produce la infección, tras la cual se llega a la putrefacción y tras esta, una gangrena que puede causar la muerte.


La flauta del alborotador

Posiblemente fabricada a base de madera, bronce o hierro, la flauta del alborotador era un instrumento de castigo por faltas menores, y solía ser usado delante la opinión pública. El collar se cerraba por detrás el cuello, y los dedos eran colocados entre la barras de hierro, que eran apretadas por el verdugo a voluntad, llegando a todo tipo de heridas en los dedos, hasta el aplastamiento de carne, huesos y articulaciones.


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