6. Ron al volante, y Alice y Harry como copilotos

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- Espero que mi hijo Ron, te traiga más seguido - dijo Molly a Alice, cuando tomaban el té antes de ir a dormir, pero Fred salía de la casa -  es hora de ir a dormir, mañana tendremos un dia ajetreado.

-  De acuerdo, usted vaya a dormir, yo lavare las tazas.

-  Bien, Ali, no te acuestes tarde -  poné las cosas en el fregadero y sale, viendo a Fred con una escoba.

- Creo que debemos hablar - dijo Alice con valor -. El que debe pedir disculpas eres tu, un inodoro no enmendaría las cosas, o cartas que dijeran mil "lo siento"s.

- Sé que fui un idiota, pero no puedes estar enojada conmigo por eso.

- ¿Por qué no? - pregunta -. ¿Por tener sentimientos?

- Si lo dices así, suena mal - dice Fred, colocándose su mano en el cuello -. Me daba coraje, por los puntos.

- Ayude a un amigo - recalcó Alice enfadada -, si Lee Jordan o George tuvieran un problema, los ayudarías, inclusive por el hecho de que perdieras puntos, ¿no?

Las cosas que la chica decía, eran difíciles de negar.

- Entiendo, ¿ahora como pido perdón? - pregunta Fred, Alice le sonríe -. También te he hecho daño en tus rodillas, me he emocionado bastante jugando.

- Esto -señaló Alice sin darle mucha importancia -, ya me he roto los huesos jugando y abierto varias partes -Alice dejo de mirar sus rodillas para mirar un triste rostro pelirrojo -. El inodoro, había sido una buena disculpa, solo esperaba que lo entendieras - dijo Alice con una sonrisa en los labios y abraza a su amigo, quien la levanta y le da pequeñas vueltas por el aire.

A la mañana siguiente, les llevó mucho rato ponerse en marcha. Se levantaron con el canto del gallo, pero parecía que quedaban muchas cosas por preparar. La señora Weasley, de mal humor, iba de aquí para allá como una exhalación, buscando tan pronto unos calcetines como una pluma. Algunos chocaban en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada, y el señor Weasley, al llevar el baúl de Ginny al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.

A Alice no le entraba en la cabeza que nueve personas, ocho baúles grandes, dos lechuzas, un conejo y una rata pudieran caber en un pequeño Ford Anglia. Claro que no había contado con las prestaciones especiales que le había añadido el señor Weasley.

-No le digas a Molly ni media palabra -susurró a Alice al abrir el maletero y enseñarle cómo lo había ensanchado mágicamente para que pudieran caber los baúles con toda facilidad.

Cuando por fin estuvieron todos en el coche, la señora Weasley echó un vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Alice, Ron, Fred, George y Percy estaban confortablemente sentados, unos al lado de otros, y dijo:

-Los muggles saben más de lo que parece, ¿verdad? -Ella y Ginny iban en el asiento delantero, que había sido alargado hasta tal punto que parecía un banco del parque-. Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso, ¿verdad?

El señor Weasley arrancó el coche y salieron del patio. Alice se volvió para echar una última mirada a la casa. Apenas le había dado tiempo a preguntarse cuándo volvería a verla, cuando tuvieron que dar la vuelta, porque a George se le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster. Cinco minutos después, el coche tuvo que detenerse en el corral para que Fred pudiera entrar a coger su escoba. Y cuando ya estaban en la autopista, Ginny gritó que se había olvidado su diario y tuvieron que retroceder otra vez. Cuando Ginny subió al coche, después de recoger el diario, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.

Alice y la Camara Secreta [AIH#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora