17. La charla con Dumbledore.

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Dejaron la escalera de piedra y la profesora McGonagall llamó a la puerta. Ésta se abrió silenciosamente y entraron. La profesora McGonagall pidió a Harry y Alice que esperaran y los dejó solos.

Alice miró a su alrededor. Una cosa era segura: de todos los despachos de profesores que había visitado aquel año, el de Dumbledore era, con mucho, el más interesante. Si no hubiera tenido tanto miedo a ser expulsada del colegio, habría disfrutado observando todo aquello.

Era una sala circular, grande y hermosa, en la que se oía multitud de leves y curiosos sonidos. Sobre las mesas de patas largas y finísimas había chismes muy extraños que hacían ruiditos y echaban pequeñas bocanadas de humo. Las paredes aparecían cubiertas de retratos de antiguos directores, hombres y mujeres, que dormitaban encerrados en los marcos. Había también un gran escritorio con pies en forma de zarpas, y detrás de él, en un estante, un sombrero de mago ajado y roto: era el Sombrero Seleccionador.

Harry dudó. Echó un cauteloso vistazo a los magos y brujas que había en las paredes. Seguramente no haría ningún mal poniéndoselo de nuevo. Sólo para ver si..., sólo para asegurarse de que lo había colocado en la casa correcta.

—Harry, ¿Qué haces?

Se acercó sigilosamente al escritorio, cogió el sombrero del estante y se lo puso despacio en la cabeza. Era demasiado grande y se le caía sobre los ojos, igual que en la anterior ocasión en que se lo había puesto. Harry esperó pero no pasó nada. Luego, una sutil voz le dijo al oído:

—¿No te lo puedes quitar de la cabeza, eh, Harry Potter?

—Mmm, no —respondió Harry—. Esto..., lamento molestarte, pero quería preguntarte...

—Te has estado preguntando si yo te había mandado a la casa acertada —dijo acertadamente el sombrero—. Sí..., tú fuiste bastante difícil de colocar. Pero mantengo lo que dije... aunque —Harry contuvo la respiración— podrías haber ido a Slytherin.

El corazón le dio un vuelco. Cogió el sombrero por la punta y se lo quitó. Quedó colgando de su mano, mugriento y ajado. Algo mareado, lo dejó de nuevo en el estante.

—Te equivocas —dijo en voz alta al inmóvil y silencioso sombrero. Éste no se movió. Harry se separó un poco, sin dejar de mirarlo.

— ¿Slytherin? Harry — dice Alice preocupada — Oh por dios.

— Alice, no puedes estar creyendo que soy el heredero.

—El sombrero te que iba a poner en Slytherin. ¡En Slytherin!  —exclama Alice pareciendo asustada, mira el ave que se encontraba en el despacho —. Y yo defendiéndote.

—Alice, escucha... por favor creeme no soy el heredero.

— No lo sé, Harry, demonios, estoy tan confundida —  dice un poco aturdida —.  ¿Cómo sabes que no eres su nieto? No sabes de donde viene tu apellido —  replicó Alice señalándole.

Entonces, un ruido como de arcadas les hizo volverse completamente.

No estaba solo. Sobre una percha dorada detrás de la puerta, había un pájaro de aspecto decrépito que parecía un pavo medio desplumado.  Lo miraron, y el pájaro les devolvió una mirada torva, emitiendo de nuevo su particular ruido. Parecía muy enfermo. Tenía los ojos apagados y, mientras lo miraban, se le cayeron otras dos plumas de la cola.

Estaba pensando en que lo único que le faltaba es que el pájaro de Dumbledore se muriera mientras estaba con él a solas en el despacho, bueno estaba con Alice, pero Alice no podría hacerlo, Dumbledore se lo dijo el año pasado, Alice es un unicornio, bueno y puro; voltea a ver a Alice, que estaba mirando al pájaro, cuando el pájaro comenzó a arder.

Alice y la Camara Secreta [AIH#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora