27. La recompensa

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Harry llamó y abrió la puerta.

Hubo un momento de silencio cuando Harry, Alice, Ron, Ginny y Lockhart aparecieron en la puerta, llenos de barro, suciedad y, en el caso de Harry y Alice, sangre. Luego alguien gritó:

—¡Ginny!

Era la señora Weasley, que estaba llorando delante de la chimenea. Se puso en pie de un salto, seguida por su marido, y se abalanzaron sobre su hija.

Alice se empezó a levantar, Harry la deja en el suelo, pero no podía apoyar un pie, Harry sin embargo, miraba detrás de ellos. El profesor Dumbledore estaba ante la repisa de la chimenea, sonriendo, junto a la profesora McGonagall, que respiraba con dificultad y se llevaba una mano al pecho. Fawkes pasó zumbando cerca de Harry para posarse en el hombro de Dumbledore.

— Harry, ¿Como le has hecho? —preguntó Alice, mirando al muchacho de lentes, que la ayudaba a sostenerse.

Sin apenas darse cuenta, Harry,  Ron y Alice se encontraron atrapados en el abrazo de la señora Weasley.

—¡La han salvado! ¡La han salvado! ¿Cómo lo hicieron?

—Creo que a todos nos encantaría enterarnos —dijo con un hilo de voz la profesora McGonagall.

La señora Weasley soltó a Harry, que dudó un instante, luego se acercó a la mesa y depositó encima el Sombrero Seleccionador, la espada con rubíes incrustados y lo que quedaba del diario de Ryddle.

Harry empezó a contarlo todo. Habló durante casi un cuarto de hora, mientras los demás lo escuchaban absortos y en silencio. Contó lo de la voz que no salía de ningún sitio; Alice hizo la poción multijugos, para que pudieran empezar con la investigación, que Hermione había comprendido que lo que él oía era un basilisco que se movía por las tuberías; que Alice, Ron y él siguieron a las arañas por el bosque; que Aragog les había dicho dónde había matado a su víctima el basilisco; que habían adivinado que Myrtle la Llorona había sido la víctima, y que la entrada a la Cámara de los Secretos podía encontrarse en los aseos...

—Muy bien —señaló la profesora McGonagall, cuando Harry hizo una pausa—, así que averiguasteis dónde estaba la entrada, quebrantando un centenar de normas, añadiría yo. Pero ¿cómo demonios consiguieron salir con vida, Potter, L'Argent?

—Yo también lo quisiera saber —replico Alice, mirando a Harry.

Así que Harry, con la voz ronca de tanto hablar, les relató la oportuna llegada de Fawkes, Alice lo salvo con un extraño hechizo, impidiendo que el basilisco arremetiera contra él y del Sombrero Seleccionador, que le proporcionó la espada. Pero luego titubeó. Había evitado hablar sobre la relación entre el diario de Ryddle y Ginny. Ella apoyaba la cabeza en el hombro de su madre, y seguía derramando silenciosas lágrimas por las mejillas. ¿Y si la expulsaban?, pensó Harry aterrorizado. El diario de Ryddle no serviría ya como prueba, pues había quedado inservible... ¿cómo podrían demostrar que era el causante de todo?

Instintivamente, Harry miró a Dumbledore, y éste esbozó una leve sonrisa. La hoguera de la chimenea hacía brillar sus lentes de media luna.

—Lo que más me intriga —dijo Dumbledore amablemente—, es cómo se las arregló lord Voldemort para embrujar a Ginny, cuando mis fuentes me indican que actualmente se halla oculto en los bosques de Albania.

Harry se sintió maravillosamente aliviado.

—¿Qué... qué? —preguntó el señor Weasley con voz atónita—. ¿Sabe quiquién? ¿Ginny embrujada? Pero Ginny no ha... Ginny no ha sido... ¿verdad?

Alice y la Camara Secreta [AIH#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora