Capítulo XII

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Creí que los cambios habían sido suficientes. Ya había terminado el colegio, ya no bailaba ballet, sino salsa y tenía de compañero a Abraham. La noche me sirvió para asimilar todo lo que había sucedido. Desperté enérgica y me senté a desayunar contenta. Mi papá se sentó a mi lado, con esa expresión dura y seria que suele tener. En seguida me tensé. No me gustaba tenerlo cerca.

-Nathalia, puedo yo saber, ¿a dónde vas todos los días?

Nathalia es mi nombre completo, nadie me dice así, ni siquiera mi mamá cuando esta molesta. 

-A casa de Valentina papá

Ahora su expresión era de furia.

-Extraño. Ayer me topé con el papá de Valentina y me dijo que tú tenías meses que no ibas a esa casa

Piensa Naty. Inventa algo. No puedes decirle que estás bailando. Mis pensamientos se vieron obstruidos por gritos:

-Nathalia, deja de mentirme y dime ya que estás bailando

Demonios. Ya lo sabe.

-Lo siento por no decírtelo papá

-¿Lo sientes? ¿Crees que con decir que lo sientes arreglas todo?

-Es que no entiendo cuál es el problema, solo estoy bailando, me he vuelto muy disciplinada, si me conocieras y notaras la diferencia...

Me interrumpió.

-Te conozco Nathalia. Más de lo que tu mamá, Valentina, tu profesora de baile y ese tal Abraham con el que estás bailando

Lo comprendí todo.

-¿Esa es tu molestia? ¿Que estoy bailando con un hombre?

Su cara estaba roja de la rabia, sus ojos me daban más miedo que nunca, creí que me pegaría en cualquier momento

-Tú no tienes porque buscar a nadie para que esté contigo. Ningún hombre tiene que estar bailando contigo. Ya sabía lo del ballet, pero ¿Abraham?

-¿Cuál es tu problema con Abraham?

Fue su límite, golpeó la mesa haciendo un estruendo que hizo que mi mamá llegara a la cocina y yo ya estuviese llorando de miedo.

-Naty, ¿qué hiciste? ¿por qué tu papá está así?

-¿Yo? Él está molesto porque estoy bailando con Abraham

-Naty yo te dije que podrías bailar siempre y cuando tu papá no se enterase

En ese momento Robert volteó hacia mi mamá con furia en los ojos, los puños apretados, se le acercó y le dijo:

-Así que tu sabías

En seguida levantó su mano y la golpeó en la cara. Mamá se sentó, bajó la cara y solo podía llorar.

-Dejaré de bailar si eso es lo que quieres, pero no le pegues a mi mamá

-¿En serio?

-Prométeme que no volverás a pegarle y no bailaré jamás.

-Trato hecho. 

Me sonrió con esa maldita sonrisa que odio, rodé los ojos y busqué los de mi mamá, quien aún estaba llorando en la silla. Robert salió de la cocina silbando de alegría, justo como solía hacer después de tocarme.

-¿Mamá? Lo siento, de verdad. Nunca quise que esto pasara

-No importa Naty, ya está hecho.

Mamá se levantó, tomó su cartera y salió de la casa. Quisiera pensar que iba a denunciar a Robert, pero muy en el fondo yo sabía que se iría a trabajar y que olvidaría todo lo que había pasado. Que llegaría a casa del trabajo y nos haría la cena como si nada hubiese pasado.

Me fui a mi habitación. No había terminado mi desayuno pero ya no tenía hambre. Cerré la puerta con llave como siempre, y me acosté en mi cama. La verdad es que solo quería dormir. No quería pensar en todo, pero ya era casi inevitable. Las lágrimas fueron lo primero que salieron. ¿Como lo supo? Sabía que bailaba, sabía que era ballet y que justo ayer dejó de ser ballet. Sabía que Abraham era mi pareja. Y la verdad es que no se como sabía eso. Cuando Abraham pasó a buscarme ya él estaba en su bar preferido, y cuando me dejaron de regreso él ya estaba en casa, Sofía, mi hermana menor me había avisado que así fuera. 

Fuera de todo eso, mi pasión. Lo único de lo que estoy enamorada, lo único que me hace feliz, lo que me inspira a levantarme cada mañana, a hacer todo lo que hago, a ser mejor cada día. Ya no más. Ni bailar, ni sentir el arte en mis manos y mis pies, ni Tania, ni Onelises, ni Abraham, ni estirar por las noches, ni repasar la coreografía mentalmente cada vez que pudiera, ni comer bien, ni dormir ocho horas exactas. Abraham. Debo avisarle.

-Hola. No vengas hoy. De hecho, no es necesario que vuelvas.

Fue imposible retener las lágrimas mientras le decía esto a Abraham.

-¿Naty? ¿Qué pasó?

-No preguntes, solo no vengas más.

Colgué. No tenía que contarle a Abraham sobre los paranoicos celos de Robert. Además, empezaría a hacer miles de preguntas que no quería responder. Al menos, no a él. Llamé a Valentina, le pedí que fuera a mi casa. Necesitaba distraerme de todo con algo que no enloqueciera a Robert.

Dos minutos después sonó el timbre. Me levanté, extrañada de que Valentina llegase tan rápido. Al abrir la puerta no era Valentina. Sorprendida lo saludé:

-Abraham.


Mil amores menos unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora