Capítulo XVII

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-Toma- Abraham tiende un vaso con algún coctel hacia mí.

-No, gracias- y con mi dedo índice retiro su mano con el vaso.

-No seas tan aburrida Naty, por Dios, no te embriagarás, sólo será un vaso- y el idiota de Abraham me hace pucheros. Ruedo los ojos y acepto el vaso.

-Solo será éste. Y no vuelvas a hacerme pucheros- le reprendí lo mas seria que pude.

Alejandra celebró con el grito mas agudo que he escuchado al verme alzar el vaso y dejar derramar el líquido que contenía en mi boca. Mi rostro se arrugó por un segundo y giré la mirada a Abraham en tono de seria amenaza:

-¿Qué mierda le echaste a esto?

El muy descarado ríe, ¡en serio ríe!

-Está suave Naty, no empieces con tus groserías

Asiento con la cabeza, asimilando que para él, ese trago estaba "suave".

~•~

-Princesa, baja de ahí- bajo la vista y veo a Abraham con un rostro serio y suplicante.

-Sólo estoy bailando, a ti siempre te ha gustado como bailo- subo y bajo mis cejas.

-Sí, me gusta como lo haces, pero pegada al piso, no a una mesa, baja de allí.

-No, además tengo público que ya te odia, ¿cierto?- los chicos que se encontraban bajo la mesa viéndome bailar lo abuchean.

-Suficiente- Abraham se acercó mas a mi, pasó su brazo detrás de mis rodillas y al darme cuenta, ya estaba tendida sobre su hombro.

-Bájame Abraham, no es divertido

-No seguirás haciendo un escándalo

-Bájame, necesito vomitar

En seguida me deposita en el suelo con mucho cuidado. Consigo el equilibrio y le sonrío triunfante

-No era cierto, no querías vomitar

Apenas logré escucharlo decir eso, estaba corriendo de regreso a la fiesta.

-Eres totalmente imposible Nathalia Ruices.

En seguida me detuve. Estaba de espaldas a él, pero escuché claramente sus gritos a pesar de la música. Dolió que me llamara así. Logro controlar las lágrimas. Lo único que me hacía hija de Robert y la gente podía verlo, era su estúpido apellido. Me doy la vuelta.

-¿Cómo me llamaste?

Mi voz se quiebra sin que lo note y su cara cambia de enojo a culpa inmediatamente. Justo ahora acaba de notar lo que hizo.

-Lo siento. En serio, perdóname

Camina hacia mí y yo no hago más que bajar la cabeza, no quiero que vea las lágrimas en mis ojos. Solo me doy cuenta cuando me abraza y me dice miles de veces que lo disculpe.

-Ya no importa. Al final de cuentas, ese es mi nombre.

-Pero no te gusta. Y yo lo sabía. Princesa, lo siento.

-¡Deja de decirme princesa, mierda! No soy ninguna princesa, no quiero serlo y no lo seré. Basta.

Admiro su rostro de confusión por mi repentino cambio de tristeza a furia por su manera de llamarme. En serio me molesta que me digan princesa, es tan cursi que no lo soporto.

Mil amores menos unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora