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Ya era el segundo día de clases, después de el día anterior no tenía muchas esperanzas. Me levanté, me duché, me cambié, y sin desayunar ni emitir ninguna palabra salí de mi casa y me dirigí al instituto ignorando la presencia de mi madre.

Todo el camino pensaba en cómo me recibirían las mismas chicas que me atormentaron en la hora de gimnasia. Al ser nueva no las conocía demasiado, y por lo tanto no sabía de que iban a ser capaces. Tenía miedo. No sabía que podría pasar.

Después de tanto caminar por fin llegué a mi destino. Entré, caminé por el largo y bullicioso pasillo que me llevaba a mi salon y entré. Por supuesto que me recibieron con mi nuevo apodo, cosa a la cual ya me estaba acostumbrando.

Me senté, saqué mis cosas y esperé. Generalmente los profesores son excesivamente puntuales pero la profesora de historia estaba tardando más de lo que debía. Noté la ausencia de Luna, por lo que le pregunté a Peter.

- Pe... Peter, porque no llegó Luna todavía? - le pregunté casi sin voz porque nunca había hablado con él antes, sólo habian sido intercambios de gestos.

Él sólo respondió encogiendo los hombros. Yo no sabía si preocuparme o no darle importancia. Ahora sentía exactamente lo que siente una madre cuando su hijo no llega al horario que debe. Pasaron por mi cabeza mil posibilidades de por qué Luna aún no había llegado.

Sólo rezaba por que la profesora llegue pronto. No sé que haría si las mismas chicas que inventaron mi nuevo sobrenombre vinieran de nuevo conmigo, sin Luna estaba indefensa.

De repente Luna entró por la puerta agitada y con el cabello alborotado, como si la hubieran corrido una jauría de perros. Se sentó, aunque más que sentarse se desplomó en la silla y me saludó.

- Hola Ali - quedé asombrada ya que era el primer sobrenombre que no era algo ofensivo.

- Hola Luna, P... Por q... - trate de decir antes de que ella me interrumpa.

- Ni preguntes, sólo voy a decirte que mi despertador no sonó. ¿Qué tal Peter?

Algo que en serio me asombró fue que después de que Luna terminara de hablar, Peter levantó la vista y respondió la pregunta. Por fin escuche perfectamente su voz. Era gruesa y fuerte, muy masculina. Creo que notó mi asombro porque me miró y me preguntó si pasaba algo. Fue muy vergonzoso sólo negué con la cabeza y miré hacia abajo.

Creo que mis nuevos amigos son mucho mejores de lo que  esperaba, aunque no sabía bien como sería tener amigos así que no tenía mucha idea de éso. Todo fue bien éste dia, ya que no hubo inconvenientes. Luego de clases Luna nos invitó a mi y a Peter a estudiar a su casa.

- Chicos, vamos a casa, le diré a mi madre que prepare algo para comer mientras estudiamos.

Ni Peter ni yo respondimos la pregunta, ambos giramos los ojos y miramos el suelo, no sabía si aceptar la invitación o volver a mi casa a aburrirme y esperar que mi madre no se haya levantado con ganas de preguntar sobre mi día.

- Vamos! No sean aguafiestas. No se arrepentirán. - dijo ella empujándonos para comenzar el viaje a su casa.

No quedó otra que aceptar, ¿qué mal podría hacer? Sólo era ir a casa de Luna a estudiar ¿o no? No creo que tardemos tanto, así que no va a ser necesario que le avise a mi madre.

Una Chica Más Que Enamorada©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora