Mentora

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Las despedidas fueron rápidas. Mi padres fueron los primeros en pasar. Me partió el alma. Sabía que si me pasaba algo en la arena, para ellos sería peor que la muerte. Así que les di todos los besos que pude antes de que el agente de la paz se los llevara y les pedí que no estuvieran tristes. La verdad es que cuando se fueron me quedé más tranquila. Me preocupaba tanto verlos así... Los siguientes en entrar fueron mis amigos, al menos once de ellos. A la vista estaban que estaban casi tan disgustados como yo. Nos abrazamos unos a otros, hicieron un par de bromas para animarme y me hicieron prometer que ganaría los juegos. Después tuvieron que irse.

En el tren, la mujer del capitolio no paraba de parlotear, y cuando nos presentó a nuestros mentores, perdí toda fe de que pudieran ayudarme a ganar los juegos. Ni si quiera me imaginaban como habían sido capaces de ganarlos ellos en su día. El hombre, que resultó llamarse Tyen, se veía a la vista que era alcohólico y que pasaba más tiempo ebrio que sobrio. En cuanto a la mujer, Cecil, no me extrañaría que la obligaran a ser mentora, pues daba la sensación de que todo aquello no tenía que ver con ella. Genial. Por si fuera poco, su compañero de distrito tampoco le inspiraba mucha confianza. No habían hablado en todo el viaje. Tampoco ella era un persona muy abierta, debía reconocer, pero ni si quiera la había mirado desde la Cosecha.

A la hora de la cena, mientras que Elia (así se llamaba la mujer del Capitolio) parloteaba acerca de moda, comida y otras nimiedades, me decidí a hablar. Ya estaba perdiendo demasiado tiempo.

- ¿Se han retransmitido ya las cosechas de todos los distritos? - le pregunté cortándola.

- Sí, acaban de ser emitidas creo.

- ¿Y bien? - pregunté mirando Tyen y Cecil.

- ¿Y bien qué? - me respondió él sin entender que interés podría tener.

- ¿No vamos a verlas? ¿No vamos a analizar al resto de tributos?

- ¿Para qué quieres hacerlo?

- Porque me he propuesto sobrevivir, y para ello necesito toda ayuda posible.

- Los tributos de los distritos 1 y 2 serán profesionales, voluntarios. Máquinas de matar. Puede que haya algún profesional en el 4.

- ¿Ya está?

- ¿Qué más quieres?

Me levanté exasperada y dejando con desprecio la servilleta sobre el plato, me marché. Fui a mi cuarto. Era amplio y con una gran cama. También un gran televisor integrado en la pared, y un extraño mando que me llevó unos minutos descifrar. Por suerte, estaban repitiendo una y otra vez las cosechas de esta mañana. Alguien llamó a la puerta al poco. Era Elia, tan despampanante como siempre, aunque se había puesto lo que parecía un traje de noche. No podía imaginar cómo dormiría con aquello.

- ¿Se puede? - preguntó amablemente. La habría respondido de mala gana, pero no pude.

- Sí, pasa.

- ¿Estás viendo las cosechas? Quizá podamos verlas juntas, ¿no crees?

Toda ayuda era poca, y quizá esa mujer sabía más de lo que aparentaba. La invité con un gesto a que se sentara en la cama conmigo. Las vimos una a una. Elia iba parando poco a poco y diciéndome alguna cosa.

- Los tributos del 11 y 12 no parecen ser una gran amenaza, y la chica del 10 tampoco - comenté.

- No, no lo parecen. Mira, esos son los del 4. Este año no son profesionales, aunque tampoco serán malos. Los chicos del 8 son demasiado jóvenes. Ambos tienen 12 años.

- Tampoco será complicado terminar con ellos - Elia se estremeció un poco ante mi comentario. A partir de entonces intenté tener más tacto.

Esos son los tributos del 1: Alexander y Claudia. Serán tan fieros como parecen, y conseguirán patrocinadores fácilmente. A la gente del Capitolio dos jóvenes fuertes y orgullosos, incluso algo soberbios, con un toque sádico. No olvidemos que son juegos, y queremos diversión. Conseguirán mucho apoyo.

La máscara (Finnick y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora