Capitulo 47. Mal presentimiento

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Soñé que te ibas, porque yo mentía, ¿qué tanto fallé? ¿Será que si daba a conocer la verdad las cosas hubiesen cambiado? No sirve escarbar en el pasado, porque todo ya está jugado.

Estoy nuevamente sentada a lado de Helios, mirándolo. Algo cansada de ver todos estos papeles que la nona me dio, no entiendo casi nada, algunas parecen cartas, otras anotaciones como observaciones de algún científico.

Frustrada, así me siento, hay tantos dilemas y el tiempo aprieta, no sé por qué tengo esta sensación tan horrible, como si me encontrara al final del camino, como si a unos metros más encontraré una zanja y caeré tan al fondo sin poder hacer nada.

Paso los ojos en Helios, veo su labio reseco, la fiebre no ha bajado desde la mañana, Berenice dice que tiene algún tipo de infección debido al grafeno, el panorama es desolador, y más cuando lo veo tan frágil, porque él no es así y me imagino qué mal se debe sentir si sabe que está débil, es muy orgulloso.

Al menos ha dejado de hablar en sueños, lo que es una buena señal según Ebe.

Miro el techo, y muevo la cabeza para poder tronar los huesos, pues la tensión en el cuello me está matando.

Ser el suero de su ser, es mi papel en este momento, y es algo que no pensé jamás que sería.

Es una pena que ahora estemos tan perdidos en la nada, los ojos me pesan, mi cuerpo está aún adormecido, y mi mente aún ve imágenes sobre aquello tan inexplicable que viví.

Tomo de la mesa de luz unas cuantas almendras que Berenice me dejó para comer de tanto en tanto, a decir verdad, ya debería de comer algo más sustancioso, pues el hambre me carcome el estómago.

El sonido del colchón me alerta de un movimiento, y mi mente no terminaba de hilar la imagen que estaba viendo, Helios intentaba sentarse.

No sabría describir la sensación que tengo ahora, más que el de felicidad, rápidamente lo ayudo poniendo unas almohadas en el respaldero.

Sus ojos de fiera se ven brillosos debido a la fiebre que no lo ha abandonado. Me sostiene del brazo, y siento caliente la palma de su mano.

— ¿Y Dara? — pregunta con la voz apagada, aún cansada.

¿Y Dara? Eso es lo que pregunta, y yo estoy hecha polvo, en apenas 2 segundos ¿Y Dara? ¡Ja! Soy una tonta por sentirme mal, esa chica es su novia, yo soy nada para él. Eso es lo que soy, nada, y me dejo morir por su pregunta.

— Emmm llamaré a Berenice— digo entre que me suelto de su agarre. Dijo algo más pero no lo entendí, estaba demasiado encerrada en mí misma.

Con un golpe en la puerta de al lado es suficiente para que Berenice salga de su habitación.
Cuando ella me ve, solo hago un gesto para que vaya a la habitación, Berenice frunce el ceño, pero no pregunta, solo va.

¿Qué hice yo? ¿No es acaso esa una pregunta estúpida?

Es obvio que me puse a llorar, y aunque aún me duele saber que preguntó por Dara, mi llanto es más de alegría, Helios al fin despertó. Pero estoy casi segura de que no por eso tendré que sacar el sello del campo, aún él está muy débil.

No me imagino posibilidad alguna de escapar más de aquello que se acuna en mí debido a lo que veo, a lo que vivo, a lo que se encuentra a mi alrededor.

Comprender las instancias por las que debo pasar, para superar lo que daña mi alma, me destroza por completo. Me siento en medio de la nada, en medio de todo, tan encerrada y expuesta. Al fin y al cabo ¿qué somos? más que seres egoístas capaces de hacer sentir mal a los demás con tal de satisfacer nuestros más básicos instintos de autocomplacencia.

La Piedra y El Sol [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora