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La madre superiora Travis entró por la puerta principal exactamente cinco minutos antes de la hora de clase, sola, cerrando la puerta tras de sí. Ella estiró su mano y tocó el hombro de Emma, sonriéndole y burlándose de las miradas desorbitadas de sus compañeras en sus pupitres, desesperadas por saber qué iba a ocurrir.

La directora del internado recorrió con sus verdes y profundos ojos toda la habitación, como escaneándola, como leyendo sus mentes, deteniéndose unos segundos en cada una, penetrándolas y llenándoles la cabeza de miedo y excitación al mismo tiempo.

"Señorita de Devour..." llamó, deteniéndose en Clarissa, Ella sintió un golpe en su brazo y miró a Emma, una pequeña bola de papel estaba en la esquina de su pupitre, la tomó y la extendió escuchando como la Madre Travis reprobaba el color rojo de los labios de Clarissa y la obligaba a quitarse el lápiz labial.

"Te reto a que seduzcas al nuevo profesor..."

Ella sonrió y negó con la cabeza mirando a su mejor amiga, tomó un lápiz y escribió.

"¿Estás loca? ¿Para qué quiero a un viejo de casi cincuenta en mi cama? Estoy segura de que será un señor gordo como Sr. Pond, y calvo..."

Se lo regresó de la misma forma que lo recibió y volvió a centrar su atención en la Madre Travis mientras escuchaba a Emma reír en silencio.

"Señoritas..." comenzó la directora a hablar, parada justo en el medio, mirándolas "No quiero que se repita el incidente indecente de hace cuatro años..." susurró, tomando la cruz de oro puro que colgaba de su cuello "El Sr. Pond ha cumplido su condena de 3 años en prisión que los padres de las señoritas con las que..." se detuvo para tomar más fuerte la cruz de su pecho y para aclararse la garganta "cometió, estos actos de lujuria, le hicieron sentenciar. Pero no es eso lo importante. La carrera como profesor del Sr. Pond fue destruida, totalmente, por la lujuria y el pecado que señoritas como ustedes no supieron controlar, así que por favor, y por Dios, no cometan los mismos errores que ellas. No arruinemos otra vida, señoritas, ni arruinemos la reputación de este Instituto..." La Madre Travis miró a las chicas de nuevo y se dirigió a la puerta. La abrió y llamó a un tal Sr. Watson. "Ahora, quiero que conozcan a su nuevo profesor de historia, el Señor Timothy Watson..."

Y Ella simplemente se perdió, sintió levemente el golpe de la pequeña bola de papel rozando contra su piel y escuchó como golpeaba con fuerza el piso cuando cayó, sintió en sus oídos el recorrido de la sangre por sus venas y sintió en sus pies las vibraciones que hacía el pisco cuando Timothy Watson entró al aula. Alto, delgado, ligero, dejando a su paso un suave olor a canela, coco y café, mirando a su entorno, recorriendo los rostros de las chicas con sus ojos color aceituna, brillantes con el sol que se colaba por las ventanas, sonriendo con perfectos y blancos dientes, abriendo sus delgados labios y provocando que en sus mejillas y cerca de las comisuras de sus ojos se hicieran unas pequeñas y perfectas arrugas. Recorriendo con una de sus largas y delgadas manos la mata de cabello castaño y alborotado. Despreocupado, se desabotonó el saco de su traje azul y se relamió los labios, abriéndolos suavemente antes de dirigirse a la Madre Travis.

"Madre Superiora..." Habló el Sr. Watson, juntando sus manos en su espalda, llamando la atención de la Madre Travis "muchas gracias, creo que hasta aquí el recorrido ha sido maravilloso..." juntó sus manos adelante y camino hacia la monja, tomando sus hombros y haciéndola girar en sí misma "gracias por todo, de aquí en adelante yo me hago cargo..." le dijo mientras abría la puerta del aula y la guiaba hacia afuera, dejándola parada frente al umbral, sonriendo mientras el cerraba la puerta.

Nadie nunca había hecho eso con la Madre Travis, pero ella no pareció inmutarse, él era un hombre guapo y de algún modo, extrañamente cautivador, y Ella estuvo segura de que había escuchado a la monja soltar un suspiro.

"Buenos días señoritas..." comenzó el Sr. Watson a mover su boca. Pero Ella no lograba escuchar nada, podía oír a lo lejos el sonido de su alegre voz pero no lograba comprender lo que él decía. Todo en lo que estaba concentrada era en estudiarlo a él.

Ella se encontraba embelesada por la agilidad con la que él se movía por el aula, recorriendo pupitre por pupitre con un libro de historia universal en las manos y unos lentes negros y cuadrados sobre el puente de su nariz, dejando a su paso un muro de señoritas sonrientes y murmurantes.

Ella sintió otro golpe en su brazo y miró a Emma.

"¡Au!" Emma le frunció el ceño y le indico que volteara al otro lado.

A su derecha estaba él. Con todo su porte y su olor a coco y canela por todo su cuerpo.

"Señorita..." le dijo, quitándose los lentes e hizo una pausa para que Ella le dijera su nombre, pero todo lo que ella pudo hacer fue apoyar su rostro en una mano y mirarle fijamente.

"¿Si?" le susurró, recibiendo murmullos que chocaron con su espalda. Él le dedico una sonrisa, se puso los lentes y siguió su camino.

Ella se sentía en las nubes.





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