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Sólo había pasado un día desde que Emma y casi todas las chicas del colegio habían abandonado el edificio y habían comenzado sus vacaciones y Ella no podía estar más aburrida.

Había paseado por las páginas del libro de Historia de Tim por tercera vez, había ordenado su escritorio, su guardarropa, había acomodado el escritorio de Emma, había admirado los copos de nieve que caían al suelo por su ventana, había cantado, había dormido, limpiado la habitación y había jugado con las cosas que encontró debajo de las camas, pero las ideas de matar el tiempo se le habían terminado, y se encontraba tirada en el alfombrado suelo de la habitación mirando al techo y tirando de pequeños hilos de la alfombra.

Nunca había sentido un aburrimiento así.

Se levantó del suelo buscando algo que hacer e hizo contacto visual con el libro de historia de Tim, de cuyo lomo relucían puntos dorados que brillaba con la luz que entraba por la ventana.

Se acercó a él y lo miró.

Historia Ilustrada.

Sonrió y tomó sus zapatos.

Ya sabía qué hacer.


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