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El otoño llegó tan rápido como el último mes de verano se fue y el clima de Minnesota comenzó a bajar gradualmente. Para cuando octubre quiso decir Hola, la temperatura dentro del Instituto no alcanzaba ni los diez grados centígrados. Y, puntual como un reloj, Ella cogió el más horrible de los resfriados.

Al principio los dolores de cabeza y los escalofríos le impidieron salir a los campos a caminar con el Sr. Watson como acostumbraban desde que él le obsequió aquel libro, y, aunque a él no le importaba mucho quedarse dentro con ella mientras tomaban un café y le pasaba pañuelos cada cinco minutos para que se sonara la nariz, a ella la idea de dejar de pasear con él a su lado no la tenía muy contenta.

El Sr. Watson se sentía cada vez más intrigado con la presencia de Ella en su vida. Y aunque se había prometido a sí mismo no involucrarse de ninguna manera con alguna alumna, simplemente no podía evitarlo. Ella no era igual que alguna alumna, era especial, era distinta, era algo que él jamás había conocido. Era un imán de sus miradas, era una aspiradora de sus sonrisas, era espontanea, era dinámica, no tenía miedo a reír a carcajadas o a gritar en medio del campo, no temía a hacer alguna locura frente a él y eso le volvía loco.

¿Qué tenía Ella que cada que Timothy la veía no podía separar la mirada de su rostro?

Las clases se fueron haciendo ligeras para Ella pero pesadas para el Sr. Watson, puesto a que no podía apartar la mirada de ella, por más que quisiera. Cada uno de sus delicados movimientos llamaba su atención y no dejaba pasar la oportunidad de estudiarlo.

¿Por qué no podía dejar de admirar cada uno de sus movimientos?

Ella y Tim eran cada vez más cercanos, pero la idea de que alguna alumna o alguna monja se dieran cuenta les aterrorizaba. No les agradaba el escándalo que se pudiera armar. Y ciertamente, Clarissa de Devour no ayudaba en nada.

Las notas de la chica para el profesor no se detuvieron y cada vez se hacían más y más atrevidas. Él se las entregaba a Ella y ella se dedicaba a guardarlas todas dentro de una caja en uno de sus cajones. Sabían que un día las iban a necesitar.

Para la mitad de octubre el clima del estado era horrendo. Demasiado frío para salir de la cama, pero las clases debían continuar. Tim había encontrado una nueva nota en su despacho teniendo a Clarissa como remitente y necesitaba dársela a Ella, pero para cuando él llegó al aula y comenzó la clase, Ella no estaba ahí.

"Emma..." llamó a la mejor amiga de Ella cuando la clase había terminado. La chica se acercó a él en su escritorio y le sonrió con todos los dientes. "¿Dónde está Ella?" La chica suspiró.

"Enferma..." le dijo subiendo los hombros y acomodando sus libros en sus brazos. "le pasa cada año, es un desastre..." rodó los ojos y le sonrió al profesor. "me pidió que la disculpara con usted, pero no tiene ánimos ni fuerza para salir de la cama." Le confesó al Sr. Watson, quien miró a sus manos sobre el escritorio, Emma caminó hacia la puerta. "Lleve sopa..." dijo, volteando a verlo y llamando la atención del profesor. "le gusta la de tomate y pollo." Tim le miró serio hasta que capto lo que ella trató de decirle. Emma le sonrió y salió del aula. Tim se rio y negó para sí mismo.



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