Un Psiquiatra En Casa

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—Mellizos

Lilian estaba sentada en un cesto, ya que desde aquel día que la espantó no quería ver a nada ni nadie.

«Sólo era una fruta gigante que salió del árbol.» Volaba por su mente de Metziri cuando volteaba a ver a su melliza. La sola idea de no poder jugar con ella le daba una especie de mala vibra.

A la hora de la comida, el Herrero los consintió —por el estado en que se encontraba Lilian— y les llevó un plato a cada quién de cordero asado.

—Pero que delicia —dijo Metziri mientras devoraba el cordero como si nunca hubiese comido. Lo que tenía su verdad de cierta manera.

A veces Metziri observaba cómo Lilian tomaba alguna cosa y la blandía como una espada para alejar aquello que tanto la asustaba; él no se atrevía a preguntarle que vio.

Una noche, Metziri y Lilian fueron a dormir a su cuarto. Metziri en su pequeña cama se quedó rápidamente dormido. Lilian se durmió con tres cobijas más que él.

«Pum.»

—¡¿Qué fue eso?! —exclamó Metziri.

—Metzi... creo que tengo que contarte que vi —dijo Lilian con voz temblorosa, en medio de la oscuridad.

—Vale, pues dime Lilian.

—Supongo que creíste que eso era una fruta, ¿no?

—Si, eso fue lo que yo pensé.

«Pum, pum, pum.»

—Pues no lo era —mientras Lilian decía ello, Metziri temblaba por aquellos golpes que escuchó.

—¿Y qué era?

—Era un ser verdoso —Lilian leía muchos libros, o al menos los que le robaba al Herrero—, que según lo que he leído, se parece a Las Criaturas Del Mar.

En ese momento una mano se deslizó por la boca de Lilian y no le permitió decir más. Una mano verdosa salida de debajo de su cama.


Publicado originalmente el 12 de diciembre de 2015.

El Ajedrecista Del DuraznoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora