—Annie
—Entonces, ¿lo que yo tengo aquí, que es dorado, puede salvar a todos? —dijo Annie a Leon.
—Sí, esa es la idea —respondió Leon, algo desorientado, pues no se había puesto a observar lo bella que era Annie. Su cabellera roja con líneas rubias, que recordaba mucho al fuego, sus ojos amarillos y su brillante sonrisa.
«Esa chica sí que es bonita. No entiendo que hacía moribunda en la cascada.»
—Bueno, ahora dime, ¿qué hacías flotando moribunda bajo la cascada? —dijo Leon, tras reflexionar un momento.
—Mmmh... el chico con el que había mantenido una relación por mucho tiempo, me dejó —ella veía al suelo al decir esto—, y estaba tan triste que salté al vacío.
—¿Y cómo te sientes en este momento?
—Aún me siento bastante triste. Todo era tan perfecto y se acabó.
—Ya, tranquila —en ese momento Leon le dio un abrazo para calmarla. Ella rompió en llanto en su hombro por largo rato.
—Gracias, eres un buen chico. Quizá algún día tengas a una hermosa joven a tu lado —dijo ella tras calmarse.
—No lo sé, quizá no. Yo no conozco a mucha gente por estar viajando siempre, lo que es algo extraño, pues debería ser lo contrario.
—Ya lo verás. Ahora, hay que irnos a algún otro lado, ¿no?
—Tienes razón, este tesoro que traes deberíamos mostrárselo a la Reina de la Ciudad Celestial, para nos diga qué hacer con él.
Juntos emprendieron una caminata de donde ellos estaban varados hasta el castillo de Ciudad Celestial, que la verdad no estaba muy lejos.
«Las cosas pasan por algo.» Se dijo Annie. Aquella vocecilla del interior era en verdad la suya, ella lo sabía.
—¿Tú crees que en verdad regrese Eileen? —dijo Annie, después de un largo rato de caminar en silencio junto a Leon.
—Yo sí creo en que volverá. Es interesante porque yo no suelo creer en esas cosas —respondió Leon, que a la vez volteó a observar la cascada, a donde está lo que nadie quiere aceptar y empezó a temblar mucho. Ambos se cayeron.
—¿Qué fue eso? —Annie ya estaba en el suelo, pero Leon la ayudó a levantarse de nuevo.
—No estoy seguro, así que hay que correr al castillo, no queda mucho.
Tras correr hasta fatigarse mucho, lograron cruzar la entrada del castillo. Llegaron al patio donde la fuente había entregado una espada a Milón.
—Mira —dijo Annie, en parte sorprendida, en parte asustada, hacia el barandal de piedra del jardín, aunque en realidad ella se refería a más allá, donde habían estado, cerca de la cascada.
—Woo —logró entonar Leon, viendo que ellos pudieron haber cruzado un puente y acortar camino, donde había muchas florecillas realmente deslumbrantes. En ese momento él se quedó pensando.
«¿Por qué nos distrajimos mucho al llegar aquí?»
Algo hacía latir su corazón más que suficiente.
—Annie, ¿me prestas un momento el tesoro? —dijo al fin.
—Claro —respondió ella con una sonrisa.
Leon lo levantó y en ese mismo momento Annie volteó hacia él. Habían pasado ya unos tres o cuatro días hablando de profecías, guerreros, y demás cosas, y se le hizo ya bastante común que Leon la acompañara.
«Es un buen amigo.» Pensó ella, dirigiéndole una mirada coqueta.
«Este tesoro tiene algo que ver con el amor.» Pensaron ambos.
—¿Sentiré algo de verdad o será culpa de este tesoro? —dijo Leon al fin, rompiendo el momento de tensión que se había creado.
—Hay cosas que nadie sabe en realidad —dijo Annie, olvidando todo, igual que el hecho de cuidar el tesoro, y Leon la besó.
Sus besos eran tan intensos, porque se habían percatado, aunque nunca llegaron a decirlo, o no por ahora, que sus labios estaban hechos el uno para el otro.
«¿Este tesoro hará que se unan quiénes están destinados a estar juntos?»
Luego unos colmillos como los que atacaron a Henry salieron de las piedras de la cascada.
Publicado el 30 de diciembre de 2015.
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El Ajedrecista Del Durazno
FantasiaUn buen día se le ocurrió la magnífica idea de tener pesadillas. Su único refugio eran sus sueños, pero ahora tendrá que enfrentar al mundo real. Sus padres la necesitan de vuelta, cueste lo que cueste. Sin embargo, sólo hay una manera de que ella s...