Corría por un pasillo. Pude vertir en el cubo metálico un poco de jugo rojo...
«¡Demonios!» Pensé.
El sudor invadió mi espalda. Incluso una lágrima, una sola, fría y cristalina se deslizó por mi mejilla hasta caer en las sábanas blancas.
«No puede ser. No, no, no. No quiero.»
Decidí al fin levantarme y salir de ese estado de suspenso.
«Estoy empezando a odiar los sueños.»
Publicado el día 9 de diciembre de 2015.
ESTÁS LEYENDO
El Ajedrecista Del Durazno
FantasíaUn buen día se le ocurrió la magnífica idea de tener pesadillas. Su único refugio eran sus sueños, pero ahora tendrá que enfrentar al mundo real. Sus padres la necesitan de vuelta, cueste lo que cueste. Sin embargo, sólo hay una manera de que ella s...