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Sentía miedo.

No recordaba cuanto tiempo llevaba ahí, ni porque su madre no le respondía cuando gritaba. Quería preguntarle qué había pasado, porqué le salía a ella ese líquido rojo en su cabeza y varios sitios, porqué le salía también a él, porque no podía salir del auto, porqué sentía que todo le daba vueltas...

No paraba de sonar una sirena y había muchas personas que lo veían desde la ventana, pero nadie le ayudaba a salir porque unos hombres uniformados los alejaban. ¿Porqué no se daban cuenta que estaba ahí y lo sacaban?

Un hombre verde por fin lo liberó y sintió algo de alivio, aunque después quería taparse los oídos porque el tipo comenzó a de gritar "hay un niño vivo".

-¿Ya van a sacar a mami? Le pasa algo, aún duerme -dijo el pequeño a su salvador.

-Si ya la sacaremos en un momento. Eres muy valiente. ¿Cuál es tu nombre campeón? -decía aquel hombre con una voz que lo calmaba.

-Enrique.

*****
-Papi, papi -gritaba de felicidad al ver a su padre otra vez. Odiaba que se fuera de viaje y lo dejara con las niñeras.

-Hola Richi. Te traje unos regalos -le decía el niño emocionándolo-, pero cierra los ojos.

Él obedeció y cuando los abrió, vio tantos obsequios que saltó a abrazar a su padre, no obstante encontró en el cuello de su padre un collar de reloj de arena, así que se lo quitó y su padre se enojó arrebatándoselo y dejando a su hijo solo en la habitación llorando.

Las niñeras lo intentaron calmar, mas él seguía berrinchando y rompiendo cosas pidiendo a su padre que volviera.

*****
-¡Fondo, fondo, fondo! -gritaban todos mientras Enrique se bebía toda la botella- ¡SI!

-Eso no es nada -fanfarroneó mientras tomaba a su pareja.

Era su cumpleaños, quería disfrutarlo en grande, lo malo es que su padre volvería a casa a verlo justo ese día.

Había aprendido que su padre siempre volvería algún día, traería obsequios y después se iría, lo normal, tan solo tenía que fingir que le importaba por ese momento y cuando se iba, no le importaba que dijeran las sirvientas, haría lo que quisiera sin importar qué.

La diferencia que este era su cumpleaños. No le apetecía hacer el montaje del chico bueno; su ser deseaba libertinaje. A la mierda lo que pensara el viejo.

-¿Quién quiere otra ronda? -vociferó obteniendo muchos "yo si" y les ordenó a las sirvientas que trajeran más alcohol.

La siguiente bebida que tomó parece que le cayó mal, le comenzó a doler todo el cuerpo. Creyó que era por la bebida así que siguió parrandeando, hasta vio por un momento como si las cosas que volvieran más lentas o se detuvieran en el aire; solo ya estaba borracho, ese era la explicación.

-Hermano ¿Qué pasa? -preguntó uno de sus amigos deteniéndolo.

-Tranquilo, estoy ebrio solamente -respondió dándose cuenta del dolor que le causaba el únicamente articular palabras y este iba en aumento.

-Los ebrios no les da fiebre repentina y se ven tan terrible como tu ahora.

Aquellas palabras fueron un alerta para unos pocos en la fiesta que de verdad se preocupaban por él, así que llamaron a las sirvientas para que lo atendieran, aunque él no quería dejar la fiesta, pero derrepente entró su padre por las puertas y la música se apagó. Todos se quedaron pasmados viendo directo al hombre que miraba a su hijo con una mirada de alegría en vez de preocupación.

Historia después de la historia -(Epílogo)- Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora