séptimo

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Todos estaban en el refugio subterráneo, cada alma de los sobrevivientes de los múltiples ataques. Aquella isla de playas, recursos natutales y cultura que se conocía como República Dominicana, se reducía en cenizas por los ataques extranjeros. ¿Es que las grandes potencias no podían luchas solas? No. Necesitaban aliados y de bases a los países pequeños como las islas del caribe que estaban divididas en los dos bandos: República Dominicana, Las Bahamas, Puerto Rico y gran parte de las antillas menores se convirtieron el bases de Estados Unidos, mientras que las otras islas del caribe estaban con los rebeldes, la cual, la mayoría de estas ciudades estaban envueltas en escombros por las bombas y los ataques realizados.

Habían otros países también involucrados como Rusia que aún tenía algunos rencores por la guerra fría y se unió a los rebeldes, korea del sur que estaba con Estados Unidos -a diferencia de Korea del norte-, Japón y China se unieron a los rebeldes, y no solo países comunista sino que también Italia estaba con los rebeldes, Arabia Saudita estaba (no se sabe si es por beneficios) a favor de los Estadounidences, etcétera.

El general Plácido y su esposa trataban de proteger lo mejor posible a su sector: Santiago, pero la verdad, después de la destrucción del monumento a los héroes de la restauración ya muchos santiagueros no confiaban en sus indicaciones lo que provocaba muchas muertes; eso era algo que Erika Moreno -esposa del general Plácido (que la conocía como más mortífera que su esposo)- sabía muy bien de la desconfianza del dominicano, aunque aun así trataron de colocar a todos los sobrevivientes en un refugio que improvisaron y esperaron el próximo ataque que de tantos ataques ahora se había hecho eterna la espera.

--Señor, Señora hemos esperado una semana el próximo ataque y las personas se empiezan a querer escapar --dijo su primera oficial Verónica Bautista.

--No no haremos... --comenzó a decir el general pero fue interrumpido por su esposa.

--Libérelos, total: tarde o temprano se van a morir --era obvio que quien tenía los pantalones era Erika.

--Si señora --dijo Verónica y se retiró a gritar las ordenes.

--Lo hiciste otra vez --dijo el general a su esposa-- sabes que yo soy el general aquí y no tú.

--Eso era antes, la que tiene el mando soy yo --dijo de forma sarcástica y mirada diabólica.

Él la miró con una mezcla de odio creciente y amor que le dolió, aunque la amara, no podía negársele; él podía tener el control de todos las tropas de Santiago, podía tener control en su familia, control en toda su vida, pero controlar a su esposa se torno una tarea imposible y era lo que más amaba de ella, que era lo único descontrolado en su vida.

Él la atrajo y para darle un beso, pero ella movió el cuello hacía atrás evitando el beso con una mirada devoradora.

--Espera llegar a la oficina, las chusmas no merecen exitarse con nosotros --dijo ella con una risa macabra.

En ese instante se escuchó un gran estruendo y todos los militares supieron que estaban atacando y todos los habitantes volvieron a entrar como locos a los refugios.

El general comenzó a ordenales a la fuerza aeria que atacara y a los militares en tierra que se prepararan a un ataque en tierra y a llamar más refuerzos. Erika comenzó a ordenarles a otra parte de los militares que se mantuvieran cerca de las personas y otra parte a que prepararan los tanques para atacar aquellos aviones que les atacaban, solo esperaba que ninguno tuviera una bomba nuclear como ya habían lanzado en Higüey, ni ninguna otra arma que ellos no poseyeran por ser una isla subdesarrollada. Cada persona sabía muy bien el duo dinámico que se volvían ese par.

Con suerte, los ataques sólo pudieron destruir edificios y no hubo muertos -heridos ya es algo que se asumía que habría- pero, aun así no bajarían la guardia o la esperanza de que los ataques algún día cesen, y ellos sabían que habían zonas que estaban peor que ellos.

Ya habiéndose calmado ya la adrenalina de la batallas comenzaron otra vez los turnos para que los militares descansarán mientras otros vigilaban y esperaban su descanso.

Algo normal en cada ataque es que Erika dure unas cuantas horas con una cara de "no me jodan" y se sumerja en sus pensamientos, algo que Elliot (el general Plácido) aprendió a respetar por su bien, aunque no todos lo respetaban ese momento de Erika.

--¿Quiénes embriagarte? --dijo Verónica con dos botellas que robó de vodka.

--Aléjate no chingues --le ordenó Erika.

--Pues, me llevaré el alcohol --dijo comenzando a retirarse.

--Nooooooo pásame --dijo Erika tomando rápidamente su botella y bebiendo como si fuera vida o muerte.

--¿Aún piensas en el pasado? --le preguntó Verónica sentándose y mirando fijamente a su rostro.

--Yo no pienso en el pasado, es algo que ya está atrás y no vale la pena mirar atrás con los muchos problemas que están adelante.

--No me digas que no extrañas a Alejandra.

Erika se quedó callada. Si, si la extrañaba, había sido su mejor amiga por años, pero prefería olvidarlo, mientras que Verónica no era así, ella si no olvidaba a su hermana (como se decían antes), de los miles de recuerdos de cosas que la marcaron y juntas vivieron.

--Yo si la extraño, hace mucho que no sabemos de ella. Creo que nuestra vida se resumió a guerras y ataques --dijo Verónica pensativa.

--Ella a lo mejor tienes otras amigas y una vida también, en un refugio a lo mejor con su esposo y sus no sé cuantos hijos --dijo de forma profunda (casi insencible).

--¿Y qué crees de Emely?

--De ella si sé, esta pegada como chango de Alejandra, recuerda lo desesperante y obsesiva que era --dijo Erika bromeando.

Ambas se quedaron bromando de las locuras que habían hecho las cuatro juntas aunque a decir verdad no eran muy amigas, fue cuando Alejandra se fue que se volvieron unidas.

Después de mil chistes y varias botellas de vodka decidieron despedirse, los momentos de risa eran pocos con todo lo que vivían. Ya era hora de volver a sus puestos.

Historia después de la historia -(Epílogo)- Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora