10.El Beso

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Editado: 26/01/23
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—¡Minho ah!— Su madre le llamó, estaba moviendo la cena, de la cocina a la mesa, para dejar todo listo. —¿Puedes decirle a tu padre que deje de pelearse con las luces? ¿Por favor? Nada hará que dejen de estar torcidas.

—Sí, mamá—. Minho dejó de ayudar en la cocina, yendo a ver qué desastre estaba haciendo su padre. No debió haberlo dejado a cargo de la decoración, pero no podían negárselo.

La navidad era tranquila cuando Minho tenía a sus padres cerca; en realidad sentía que el tiempo no había corrido en lo absoluto. Seguía siendo cálido, y divertido estar en familia. Después de la cena, llegó la hora de intercambiar regalos. Estaban acostumbrados a seguir la misma rutina de siempre, haciendo que todo se llenara de añoranza.

—Minhonnie...— Su madre volvió a llamarle. —¿Quién compró los regalos?— Era su madre, le conocía a la perfección, y sabía que ese no era el estilo de su hijo. Él nunca tenía idea de qué regalar, terminando con una falta de congruencia entre regalos. Y no es que esta vez los regalos fueran de mejor gusto, o más caros, simplemente eran diferentes. Se complementaban. 

Minho sonrió por lo bajo, mientras se sentaba a lado de su madre. ¿Cómo decirlo? No lo haría. Quería guardar su secreto, atesorarlo como suyo, a pesar de en realidad no tenerle. Simplemente sería lo mejor.

—Alguien...Especial...

La madre de Minho sonrió, feliz de que su hijo hubiese encontrado a alguien.

—Espero que le hayas comprado algo, en agradecimiento—. Le sugirió, sonando casi como un sermón.

—De hecho, sí, eso hice—. Sonrió, sabiendo que Taemin se pondría feliz por ese pequeño detalle que le había conseguido.

                                 

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Taemin se dejó caer en la nieve, dejando su figura marcada en el suelo. Entonces se movió, dibujando un ángel de nieve con sus extremidades, mientras su madre se reía a lo lejos, observándole divertirse mientras grababa la escena para posterior. 

Iban a regresar dentro de dos días y el chico quería disfrutar todo lo que pudiera de la nieve de Japón. Sabía que era tonto, pero seguía repitiendo que era distinta a la nieve que caía en casa, incluso sabía diferente, y con eso lograba comprar un poco más de tiempo en el helado afuera. Corría, brincaba, subía y bajaba, perdiéndose en esa casi infantil diversión. Taemin salía corriendo de un lado al otro, observando como junto al atardecer las luces iban encendiéndose dándole a ese característico lugar, la modernidad que no se tentaba a primera instancia.

Esos días era feliz.

Pero no siempre podía salir debido a la inclemencia del clima. Cuando no podía salir, se aburría hasta el cansancio. No tenía con quien hablar, la mayor parte del tiempo sentía que interrumpía las conversaciones de su madre y Dara. Con Donghae, era un poco más difícil acercarse, ahora que se la pasaba todo el día pegado a su teléfono comunicándose con Eunhyuk. Había irremediablemente terminado pasando las largas tardes solo, donde lo único que hacía era observar a través de la ventana.

Ojos BonitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora