9.Dates

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Editado 26/01/23
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Taemin miraba por la ventana del camión, esperando llegar pronto a la feria. Esta vez iba él sólo. Usualmente, para ir a la feria no le importaba estar acompañado o no, le gustaban ese lugar, podía pasar horas enteras subiéndose una y otra vez a la rueda de la fortuna, paseándose entre los puestos que vendían recuerdos, incluso intentando derrumbar las botellas apiladas estratégicamente para que fuera imposible conseguir su premio.

Eran ya pasadas las cinco de la tarde, los juegos iniciaban sus luces color neón que brillan tanto en la noche. A Taemin le gusta la manera en que esos colores se mezclan con la lenta y creciente oscuridad. A veces, cuando se quedaba hasta un poco más pasada la noche, le gustaba verlas entre mezclarse con el titilar de las estrellas.

La feria rebosaba, como siempre, de ese consuelo sui generis que le ofrecía siempre a Taemin.

Se subió a uno de esos carritos que van en línea, recorriendo todo el rededor de la feria, como una pequeña, y quizás algo insulsa, montaña rusa. A Taemin le gustaba ese recorrido, y le gustaba el tiempo a solas. No necesitaba de nadie más.

Suspiró, extrañamente, sabía que se estaba mintiendo, que siempre lo hacía. Había notado que se mentía, desde hacía un par de años. Pero aceptar que le molestaba saberse solo, era algo que no podía hacer.

Porque no estaba solo. Lo sabía, nunca se sentía sólo, aunque lo estuviera. Podía pensar en como su madre y primo llegaban tarde a casa siempre, o como Dara tardaba meses en volver de sus viajes. Le dolía un poco, pero en realidad estaba bien.

Cerró los ojos, mientras la línea de carritos se acercaba al área más solitaria de la feria. No tenía miedo, porque entendía que de ser lo contrario, tal vez tendría un motivo. Pero no lo tenía. Quiso saber si esa sensación de ojos acompañándole sólo era su imaginación. Quería estar sólo, mentía, ¿por qué no podía estarlo? Le gustaba no estarlo.

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Minho sonrió, iba a ganar, lo sabía. Había hecho la mejor apuesta.

—Sabes, Minho, yo ganaré—. Suho lo dijo con desencanto. A Minho sólo le quedó alzar una ceja, mirándolo con un gran signo de interrogación en la frente. ¿Qué él iba a ganar la apuesta? Su equipo era el peor de todos, simplemente era imposible.

—Estás loco. Vamos 4 a 0, no hay posibilidad de que ganes la apuesta—. Se puso en pie, señalando el evidente marcador en la televisión.

—De hecho, Minho ah, la apuesta fue si yo tenía razón, tu pagabas la pizza. Y yo estoy diciendo que tu equipo va a ganar, por lo tanto, tengo la razón.

Minho rodó los ojos. Nunca le ganaría a Suho, eso era de ley. Se dejó caer en el sofá, quejándose sin mucho ánimo mientras sacaba su celular y ordenaba la pizza. Después de haber pagado la pizza, y de haber terminado de ver el partido, los amigos seguían discutiendo sobre la lógica (casi inexistente) de Suho al momento de hacer apuestas, y como siempre lograba ganarle a Minho.

—¡Pero no es justo!

—¿Quién dijo que la vida es justa?— Suho se burló. —Aunque...Usualmente me hubieras golpeado, esta vez no lo hiciste—. Le miró de soslayo. —Estás raro. No, diferente. ¿Qué escondes, Minho ah?

Ojos BonitosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora