capitulo 8

1.3K 97 0
                                    


Imbécil. Eres una imbécil, Silvia. Se dijo a sí misma y miro por un momento la hora en su móvil. Seis y diez.


Suspiro y guardo el pequeño aparato. No podía creer que en verdad hiciera esto. Pasar un mes en la cama de... ¿un extraño? No. Extraño, no. De un conocido -y también un viejo amor- que no ve en diez años. Bufo por lo bajo y rodo los ojos en tan solo pensarlo. No podía tener una simple razón por la cual hiciera esto. Oh, claro por supuesto. Aquella mirada triste y desesperada de su padre le había roto el corazón.

No podía dejar que un hombre le arruinara su vida o la suya.

Durante toda su adolescencia había querido obtener la más mínima atención de Jorge Salinas. Y luego de diez años él le ofrecía acostarse con el por un mes entero. Su adolescente interior debía de estar feliz por el simple hecho que al fin la encontrara deseable. En cambio, ella estaba chispeante de rabia. Se rio en sus adentros recordando todo lo que había intentado en aquellos años. Había probado de todo para llamar su atención, desde insinuársele con la ropa de su madre hasta andar por su casa en un pequeño bikini.

Sacudió su cabeza y se burlo de sí misma. Era la típica adolescente enamorada.

Dejo su mirada fija en la ventana y observo como avanzaba por el camino.Mexico era pintoresco y alegre. Silvia  la había visitado en varias oportunidades y se conocía gran parte de aquel lugar. Pero mientras avanzaba cada vez más y más en aquella carretera vieja. Dudaba de conocerla por completamente.

-¿Usted será la nueva asistente de Jorge Salinas? –aquella voz serena le saco de sus pensamiento.

Levanto la mirada y observo al hombre canoso conduciendo. ¿Asistente? Pero por supuesto, el no podía estar diciéndole a sus empleados que pasaría un mes acostándose con una mujer en fin que no chantajeara a su padre. Se aclaro la garganta y lo miro por el retrovisor.

-Sí, pero solo estaré por un tiempo –contesto suavemente. El hombre asintió y siguió conduciendo con su mirada fija en el camino. La miro por el retrovisor y achico sus ojos.

-Me parece conocida. ¿La he visto en alguna parte?

Lo que faltaba, que terminara reconociéndola y llamara algunos medios de comunicación para decirles que ella se encontraba en Mexico. Como si no fuera poco aguantarse todas aquellas fotos en sus exposiciones.

-No creo –sonrió y volvió a clavar su mirada en el camino.

Los minutos siguieron transcurriendo y ella observaba como pasaba los arboles y letreros a medida que avanzaban. Agrando sus ojos para poder ver una inmensa casa blanca que se veía al final del camino.

Aquella casa era dos veces más grande que la suya y era absolutamente hermosa. Tenía el diseño de una mansión francesa y estaba extrañamente alejada de todo.

De lejos se podía observar cómo le rodeaban muchos árboles como una especia de cerca.

Su corazón de acelero al ver como el hombre canoso cruzaba hacia la izquierda y se acercaba a aquella casa.

Cuando el coche se detuvo al frente de la casa, Silvia casi creyó morir. Era enorme. Casi se sentía intimidada por su tamaño. Vio como el hombre rodeaba el coche y abría su puerta para que saliera. Le ofreció su mano y con una cálida sonrisa la acepto.

-Señorita Navarro, ¿no? –la miro esperando a que le corrigiera. Ella asintió- Bienvenida a la mansión Salinas –le sonrió.

: No soy la autora, esta novela es adaptada, nada es real, solo son personajes.


un mes de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora