capitulo 11

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  Siete con cuarenta  minutos. Jorge  se removió en su silla y observo a Silvia por la pantalla de su portátil. Nunca había pensado que aquellas cámaras le servirían algún día. Sonrió cuando la vio entrar en su habitación la primera vez con su expresión sorprendida. Tal vez se había impresionado por el tamaño de su casa. Las pocas personas que sabían de su existencia tenían la misma expresión. Dejo lo que hacía y miro fijamente cada movimiento que aquella bella mujer  hacia.

Dios santo. Aquella mujer incluso desde una cámara se notaba sus curvas, sus pechos y aquellos labios carnosos que pedían a gritos que los besara. El solo tenía la necesidad de salir de su oficina, buscarla y arrancarle toda la ropa que tenia encima. Maldijo en silencio cuando se ponía duro en tan solo pensar arrancarle la ropa.

«Cálmate, Jorge», se dijo a sí mismo. Tenía que terminar con su informe diario y luego la buscaría.

Vio como Silvia  abría la caja azul que había dejado sobre su cama y sacaba la nota que había escrito. Rio suavemente cuando esta arrugo la nota y la lanzo contra la pared. Dio clic a la pantalla a un botón para escuchar lo que decía. Alzo ambas cejas cuando ella comenzó a maldecirlo, tenía que castigarla por eso luego.

Intento concentrarse en su informe pero aquella mujer no le dejaba y menos el bulto que se notaba en sus pantalones. Cuando ella salió de su habitación, suspiro y agradeció que lo hiciera.

Se concentro en el informe. Escribió unas cuantas palabras, borro algunas otras y luego guardo lo que tenia. Gruño, estúpido trabajo. Quería terminar con aquel proyecto lo más pronto posible, y aunque su mente en aquel momento estaba en Silvia. Sabía muy bien separar el placer y el trabajo.

Alguien toco la puerta. Uno, dos, tres veces. Jorge pidió que pasaran. Markus Perez, un chico joven, alto y con cabello negro entro con su traje y Jorge reprimió una risa al verlo caminar. Le quedaba pequeño y caminaba de una manera extraña y divertida. Markus le envío una mirada asesina al observar su expresión.

-¿No es muy pequeño ese traje? -pregunto divertido Jorge.

-Sino fueses mi jefe te juro que te mataría...

Jorge hizo un gesto, levantando la mano. -Ya. ¿Qué quieres?

-La chica ya está acá -informo el chico. Jorge asintió- No sabía que necesitaras un asistente, pensé que no te gustaban.

Se encogió de hombros, restándole importancia. No podía decirle la verdad, aunque le pagara muy bien a sus empleados para que fuesen más que discretos y mantuvieran su boca bien cerrada.

En verdad no necesitaba un asistente. Nunca lo necesito. No había estado muy cómodo con decirle a otra persona que hiciera cosas por él. Durante muchos años había sobrevivido por sí solo y seguía sin confiar en alguien como para que hiciera todo por él.

-Cambie de opinión en este proyecto.

-Podías pedírmelo, como ves prácticamente hago todo lo que dices -apunto con su dedo su traje. Jorge rio- No te rías -se quejo el chico.

-Vale, solo que necesitaba a otra persona. Tú ya estás bien con lo que haces. ¿Petra hizo magdalenas? -pregunto, cambiando de tema- Tráeme algunas -le pidió al pelinegro cuando asintió.

Markus revoleo los ojos y salió de la habitación quejándose. -Si tan solo no necesitara el dinero no estaría acá -le escucho decir Jorge.

Volvió a fijar su mirada en la pantalla de su portátil al escuchar una exclamación de Silvia. Sonrió al verla con su regalo en la mano.

: No soy la autora, esta novela es adaptada, nada es real, solo son personajes
#besos   


un mes de placerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora