T1. Capítulo 12 Parte 2: Vuelta a casa

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- ¿Edurne? - preguntó mi madre.

Y Edurne me miró extrañada pero enseguida volvió los ojos a mi madre, que se le acercaba con paso acelerado.

- Lola, ¿verdad? - preguntó Edurne aunque ya lo sabía sobradamente.

- ¿Qué haces aquí quieta, muchacha? ¡Te vas a congelar! - y mi madre le frotó la espalda como si de un niño pequeño con frío se tratara.

- Bueno, tranquila mujer, el bus pasa en cinco minutos - le contestó Edurne sonriente.

- No, de eso nada - dijo mi madre cogiéndola del brazo cual gentleman - tú te vienes con nosotras y te dejamos en casa.

Yo abrí los ojos sorprendida y pude ver en la cara de Edurne que tampoco sabía muy bien qué hacer.
Involuntariamente y a causa de su incertidumbre, Edurne estaba frenando a mi madre al andar.

- ¿No me dijiste que vivías cerca? - le dijo mi madre recordando la vez en que se conocieron tras el accidente de Úrsula.

- Sí...

- Bueno, pues ya está, ¡te llevamos a casa! Tranquila, ¡qué no muerdo! - dijo mi madre divertida y volviendo a arrastrarla en dirección al coche.

Edurne y yo nos miramos y sonreímos. No pude evitar morderme el labio para impedir que saliera de mí una carcajada al recordar que ese mismo comentario me lo había dedicado Edurne no hacía mucho.
Sé que ella lo entendió igual que yo porque rió.

- Muchas gracias - dijo Edurne entrando en el coche una vez ya habíamos guardado todas las maletas.

La dejé ir en el asiento del copiloto porqué pensé que ese debía ser su lugar y no el mío.

- Bueno cariño, ¿y cómo os lo habéis pasado? - dijo mi madre mirándome por el retrovisor.

- Bien... - dije avergonzada porque era consciente de la ternura que esa pregunta había despertado en Edurne.

- ¿Solo bien, hija?

Edurne rió e intervino.

- Estoy segura de que se lo ha pasado muy bien, Lola. ¿A que sí, Alma?

- Sí... es que estoy cansada... cenando te lo cuento todo, mamá.

- ¿Y tú cómo te lo has pasado Edurne, hija? - dijo mi madre sin apartar la vista de la carretera.

Edurne contestó a mi madre, pero no sin antes asombrarse por el tono amable y cercano que mi madre utilizaba siempre con todo el mundo.

- Muy bien también, Lola. Hacía mucho que no me divertía tanto - añadió con una gran sonrisa y miró ligeramente hacia su izquierda.

Entendí entonces que lo había dicho por mí y sonreí.

- ¿Y cómo te estás adaptando a esto? - se interesó mi madre - ¿te tratan bien estos niños? - dijo mirándome a mí por el retrovisor.

- Sí - rió Edurne - me tratan muy bien, sobretodo Alma y sus amigos - dijo girándose para encontrarse con mis ojos - ¿a que sí?

- ¿Eh? Sí... - agaché la mirada avergonzada. Y Edurne se volvió a dar la vuelta sonriendo por haberme puesto nerviosa.

- Así me gusta Alma, cariño - me dijo orgullosa mi madre - qué menos después de que le curaras el labio aquel día - dijo esta vez mirando a Edurne - No tenías porqué - le sonrió.

- No pasa nada, lo volvería a hacer mil veces más.

Creo que se arrepintió al instante de haber sido tan efusiva. Yo también estaba sorprendida por sus palabras, me volvió a recordar a Cata y sonreí. Ninguna de las dos procesa la información antes de hablar.

La nube de AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora