T1. Capítulo 23: ¿Cuál es tu historia?

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2 años después...


Estaba muerta de miedo...

- Apenas tengo dieciocho años, Cata... Mis padres van a matarme cuando se enteren... No volveré nunca a mi casa porqué van a desheredarme, tía...

- Anda, ¡cállate ya! - me dijo dándome en la cabeza más fuerte de lo que hubiese deseado - estás en 'la edad comodín' - me dijo - a los dieciocho puedes hacer cualquier tontería y achacarla a cualquier estupidez porque terminarán pensando que es un arrebato de la edad y te perdonarán, así que tranquila. Es el momento de pegarse las ostias, como dice mi madre. ¿O no? - dijo mirando tras de mí mientras me colocaba la mochila bien sujeta a mis hombros.

- Sí, sí - dijo Hugo dándole la razón - pero no hagas estupideces, cuídate y ten cuidado - dijo esta vez mirándome a mí.

- Claro - sonreí para tranquilizarle y me devolvió la sonrisa.

Estaba lista, me marchaba sola a otro lugar, a empezar desde cero, sin amigos, sin profesoras, ni hermanos, ni padres, sin prejuicios, sin miradas, ni comentarios a mis espaldas... Solo quería eso, estar tranquila, olvidar todo eso que pasó y me destrozó para crecer, para florecer en otra parte. Para eso he estado ahorrando todo este último año, para subirme a este avión con solo un billete de ida.

Me despedí de Cata y Hugo, era una despedida triste, nunca nos habíamos separado pero no lloramos, llevábamos demasiado tiempo planeándolo, esta era mi vía de escape, mi billete a la libertad y todos sabíamos que lo debía intentar, que lo debíamos intentar. Lo merecíamos, merecíamos ser felices...
Así que comencé a andar sin mirar atrás, pasarán meses hasta que volvamos a hablar cara a cara pero valdrá la pena, lo sé.

Llegué al avión casi sin darme cuenta y desde luego sin saber cómo había llegado sin perderme puesto que había estado surcando mi nube desde que me despidiera de mis amigos, pero qué más daba, estaba ahí y ya no había marcha atrás, me marchaba.

Alguien irrumpió en mis pensamientos cuando estaba buscando mi asiento.

- Perdona joven, ese es mi sillón - dijo la señora señalando el asiento justo enfrente de mí.

- Oh, sí, lo siento - dije poniendo la mano sobre mi cabeza mientras miraba mi billete.

- Ese es el mío, le dije a la señora con una sonrisa señalando el asiento contiguo al suyo al darme cuenta de que seríamos compañeras de viaje y ella me respondió con el mismo gesto amable.

Al sentarme y colocarme me di cuenta de la paz que transmitía esa mujer, esa serenidad que solo dan los años y sin ser consciente de mi misma, volví a mi nube sin percatarme de que seguía contemplándola embobada.

En un momento dado, ella se giró sonriéndome y sorprendiéndome a la vez.

- ¿Viajas tu sola, muchacha? - preguntó.

Me avergonzó que me hubiese pillado, así que aparté rápidamente la mirada y asentí con la cabeza algo tímida.

- Bien, así podremos charlar - dijo simpática.

- Sí - respondí no muy convencida. No soy la persona con mejor conversación de por aquí, de eso estoy segura.

- ¿Qué hace una chica tan guapa y tan joven viajando tan sola? - dijo la señora mirándome curiosa y divertida a la vez.

Yo sonreí y le contesté.

- Huir, echar raíces en otra parte. En España lo intenté y florecí algún tiempo, pero en invierno se murieron todas las hojas y las flores. Llevo demasiado tiempo enferma, las plagas me atacan, siempre vienen tras de mí, da igual lo que haga o el insecticida que utilice, ellas se hacen resistentes, así que decidí afrontar el problema de raíz, quizás es que mi vida no florece en ese clima, así que agarré lo que pude y me vine hacia aquí, a este avión, para intentar florecer en otras tierras - y esta vez fui yo quien la miró sonriendo.

La nube de AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora