T1. Capítulo 24: Se abrió la puerta

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- Anda ven - me dijo abriendo sus brazos y con una sonrisa tímida en la cara.

- Yo estaba tan embobada que ni lo pensé y me lancé a sus brazos. No sabes cuánto necesitaba abrazarla después de esos meses, Carla...

- Ven, ¿has cenado? - preguntó.

Yo asentí con la cabeza puesto que aún no era capaz de articular palabra.
Con su vista señaló el sofa, ese sofa donde comenzó todo, y me senté en él mientras ella desaparecía de mi vista.

Un adormilado cachorrito llegó hasta mí y se subió en mi regazo.

- Hola Harry - le dije mientras le acariciaba el lomo - Te he echado de menos...

Ese cachorrito tenía casi el mismo tamaño con el que le recordaba pero se le notaba cambiado, más mayor.

Edurne apareció de nuevo en el salón cargada con un plato y una bebida.

- ¿Te importa? - preguntó mostrándome lo que sostenía.

- No, cena tranquila - le dije haciéndole espacio junto a mí en el sofá.

Hubo minutos de silencio en los que me limité a acariciar a Harry y a obserbar como ella habría la lata y la vertía suabemente sobre el vaso, como cortaba con delicadeza el filete, como cortaba su trozo de pan y se comía la miga antes que el resto, y también cómo se peleaba con el bote de salsa casi bacío. Solté un bufido simpatico en una de mis sonrisas al verla tan de cerca de nuevo, tan real... Y eso causó que me mirara por fin.

- ¿Qué? - preguntó algo extrañada por mi risa.

- Nada - sonreí y negué con mi cabeza alzando las cejas.

Ella me miró frunciendo el ceño.

- Que me gusta mirarte, Edurne. Nada más - sonreí.

Ella no debía esperar esa respuesta porque se ruborizó y aunque sonrió tímidamente, volvió su mirada a la cena.

- Edurne.

- Alma.

Dijimos a la vez y nos reímos.

- Tú primero - dijo ella.

- No tú.

- En serio Alma, dime.

- Solo quería preguntarte qué hago aquí...

- Alma, tienes que hacer las paces con tu hermano.

- Si me has llamado para eso, creo que me voy ya - dije algo cabreada.

- Alma... No me dijo nada malo... Ni me amenazó con contárselo a nadie, ni ninguna de las cosas que seguro estás pensando... Conociéndote, seguro que no le has dejado ni explicarse.

- Obviamente no - dije.

- Alma... Solo quiere lo mejor para ti, y ésto no es lo mejor para ti.

- Te quiero - dije y me miró sorprendida - Lo sabes, ¿no? - agachó la cabeza - pues eso es lo mejor para mí. Estar bien con la mujer que quiero.

- Alma, no...

- No hablo de estar juntas, Edurne... Hablo de que me mires a la cara, de que me sonrías, que me digas hola por las mañanas, que no hagas venir a Sara en coche para traerte por no cruzarte conmigo en el autocar... Hablo simplemente de estar bien... - y comencé a llorar fruto de todos los recuerdos que me vinieron a la mente de esos momentos con ella.

- Lo siento, Alma...

Necesitaba un abrazo, y hasta cierto punto lo esperé por su parte pero no me lo dio y eso me dolió por dentro.

La nube de AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora